XXXIX

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FUTURO EN EL PASADO

CAPÍTULO XXXIX.

La sacerdotisa sentían que habían pasado horas desde que había comenzado aquella especie de ritual, era como un bucle que parecía no tener fin; a pesar de sentir que su hombro se iba recuperando poco a poco, también iba sintiendo cómo algo, una sensación extraña, ese algo le iba restando energía.

Aquella fuerza la halaba, por momentos sentía que la arrancaba de ella misma, tal era aquella fuerza que ni siquiera era capaz de abrir los ojos. Comenzaba a preguntarse si aquello había sido buena idea después de todo, en cualquier caso no podía hacerle frente a aquello, lo cual sólo le indicaba una cosa: fuese lo que fuese que había firmado en aquel pergamino era, sin duda, un contrato irrefutable, algo que no podía deshacer así como así.

—No luches —escuchó decir al hombre y aquellas palabras fueron las últimas que escuchó, después todo fue silencio seguido de un ensordecedor dolor en el hombro, sintió que le arrancaba el brazo, intentó luchar, tal era el dolor que no pudo evitar vomitar, no podía soportarlo, mientras en la penumbra sus gritos se perdían.

Aquel hombre luchaba contra el inmenso poder de la sacerdotisa, aquel poder que estaba seguro sería imposible de controlar si no fuese por el contrato que le había hecho firmar a la mujer, de otra forma ya estaría muerto apenas hubiese intentado algo; no había fin en tal batalla, pero frente a aquel magnífico poder no podía desistir, nunca lo había hecho y no empezaría ahora.

El Sol comenzaba a salir y sus fuerzas habían sido mermadas, estaba a punto de darse por vencido cuando notó algo, aquella señal que esperaba, aquella pequeña fisura en el poder de la sacerdotisa, sólo un poco más y todo aquel poder sería al fin suyo. El hombre salió volando al otro lado de la habitación, una luz enceguecedora se había apoderado de la habitación, pero lo tenía, era poseedor de aquel inmenso poder; todo el trabajo había rendido frutos, habría tardado años en conseguir aquella cantidad de energía, y en tan sólo una noche lo había conseguido de una sola persona.

SI bien la mujer había perdido gran cantidad de energía, parecía que no había sido nada; podía darse cuenta que comenzaba a crear más, era como si aquello fuese sólo la punta del iceberg. Ni siquiera se había dado cuenta que la sacerdotisa había abierto los ojos, aquello era inaudito, cualquier otra persona estaría desmayada.

—... —la sacerdotisa lo veía en silencio mientras llevaba instintivamente su mano a su hombro, abriendo los ojos con sorpresa al darse cuenta que ya no le dolía en absoluto, era el momento de retirarse. Kagome buscó al hombre con la mirada, volteó alrededor, no había nadie.

El "doctor" se había ocultado de la sacerdotisa, aquella noche lo había dejado completamente exhausto, a tal grado de que había quedado al descubierto su verdadera forma, no podía dejar que lo viera así.

Podía ver que había intentado localizarlo por medio de su energía, pero aún ella se encontraba un tanto débil, dificultándole el encontrarlo.

Kagome suspiró cansada, no importaba se dijo, de cualquier forma parecía que el hombre había obtenido lo que quería y ella también, su hombro parecía como nuevo, aunque su energía estaba completamente mermada, esperaba no tardar demasiado en recuperarla, de otra forma sería una carga para todos.

Aturdida como estaba salió de la casa, dándose cuenta de que ya había amanecido, parecía que sería un bonito día, la luz le molestaba un poco, parecía que tenía resaca. Negó con la cabeza al pensar en tal cosa, continuó caminando hasta llegar a una de las calles principales, y de pronto se detuvo.

—Olvidé preguntarle a Kohaku dónde se quedarían —parecía sopesar las alternativas, necesitaba encontrarlos, más que nada para asegurarse que se encontraban bien, lo tenía... debía dirigirse a donde fuera que hubiese alguna nodriza, de pronto el semblante le cambió, Sango... las imágenes de su muerte se le vinieron de golpe a la cabeza, se mordió el labio y se tragó su llanto, no era el momento.

Se acercó a una mujer y le preguntó enseguida, la mujer amablemente le dijo en donde podrían estar, comenzó a caminar hacia el lugar indicado, cuando su estómago le recordó algo importante, comida, no había comido nada, se hurgó en sus bolsillos, estupendo traía dinero, se detuvo a comprar un poco de comida, quizá podría preparar un poco de sopa de pescado.

La caminata en medio de aquel barullo de gente le recordó momentáneamente la aldea, suspiró frustrada, deseaba que Inuyasha se encontrara con bien, aunque el mal humor le vino al recordar aquella extraña imagen que le había aparecido, Inuyasha con Kikyo.

—Qué absurdo...


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⏰ Última actualización: May 12 ⏰

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