IX

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FUTURO EN EL PASADO

IX.

⚠⚠ADVERTENCIA. CONTENIDO +18⚠⚠

Aquella noche después de algún tiempo, Inuyasha como cada noche se recostó junto a su mujer, pero cuando Kagome estaba ya dándole las buenas noches comenzó a besarla, a besarla de aquella manera que sabía le gustaba. Y aunque su mujer tenía la mente en otro lado, con aquellos besos la trajo de vuelta a su realidad, al obtener su atención Inuyasha sonrió satisfecho, Kagome cerró los ojos disfrutando de aquellos húmedos besos. 

Las inquietas manos de Inuyasha desataban su ropa de dormir, dejando a su merced su cuerpo desnudo, sentía las mejillas arder, no podía acostumbrarse del todo a que Inuyasha la viera de esa forma, sentía las garras de éste perfilando sus curvas, con cada toque aquella sensación tan extraña que la embargaba se hacía más y más fuerte. 

En sus oídos resonaban los besos que se daban, las manos de Inuyasha tan calientes como siempre, apretaban suavemente sus pechos, bajaban hasta su abdomen, pasando a su espalda y de ahí acariciaba su trasero. Acariciaba todo cuanto se pusiera en su camino, sus piernas, sus muslos, para ese momento podía sentir la humedad fluyendo de ella. Inuyasha abandonó sus labios ya rojos para seguir su camino hacia su cuello, soltaba y apretaba sus pechos, perfilaba sus pezones con la punta de sus garras, dolían de tan duros que estaban ya... 

Inuyasha se acomodó encima de ella y dejando un camino de besos se abalanzó sobre sus pechos, su lengua contorneaba su pezón erecto, sólo el sentir cómo succionaba sus pechos era ya demasiado para Kagome, quien sin darse cuenta estaba ya gimiendo, haciendo que Inuyasha la callase. 

— Shhh.... si sigues así nos escucharán —eso mismo pensaba Kagome, si él continuaba así no podía asegurar que dejase de hacer ruido. 

Pero Inuyasha continuaba con su faena, chupaba sus pechos hasta que finalmente aquella mano que estrujaba sus pechos bajó quedando en medio de sus piernas, con su dedo marcaba su entrada, Kagome apenas respiraba sintiendo sus fluidos resbalarse hasta sus nalgas. Inuyasha le abrió más las piernas para acomodarse entre ellas, veía a Kagome aferrada a las sábanas y entonces le dijo—, voy a entrar —aquel aviso no fue suficiente para que Kagome se pudiese preparar para recibir a aquel trozo de carne, no sabía si aquel fuese un tamaño normal o no, no tenía con qué compararlo, pero para ella, seguro que era grande. 

Cuando al fin estuvo todo dentro de ella, no pudo evitar dejar escapar un gemido que fue callado rápidamente por los labios de Inuyasha. Comenzó con el vaivén, entrando y saliendo, podía sentir la humedad esparciéndose entre los dos. En el tiempo que habían compartido cama, Inuyasha había demostrado ser bastante delicado cuando hacían el amor, no estaba segura si se contenía por el temor a hacerle daño o si esa era su forma de ser.

Los gemidos de Kagome se habían vuelto tan fuertes que Inuyasha había optado por taparle la boca con su mano, después de todo, aunque estaban alejados de las demás casas, en medio de la noche sería fácil escucharlos. 

La humedad de Kagome lo había recibido con tal calidez que no le había importado embestirla un poco más fuerte de lo normal, podía notar por los gritos ahogados de su mujer que ella también podía sentir la profundidad de sus embestidas.

De alguna forma estaba seguro de que Kagome había estado platicando con Sango alguna cosa sobre él, no sabía el qué, pero aquel comentario sobre que sería un buen padre no podía ser merca coincidencia. Comenzó a preguntarse si Kagome le platicaría a Sango por la mañana lo que él le estaba haciendo en ese momento. Inuyasha se golpeó mentalmente, no, no podía creer que estuviese pensando en esas cosas en aquel momento, en definitiva, el ser amigo de Miroku le estaba trayendo consecuencias a su forma de pensar.

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