Gael apenas podía respirar. Desde que había recibido la noticia se sentía vacío y con un contundente nudo en el estómago. Melanie, su madre, le había llamado pasada la medianoche para darle la peor noticia de todas; su abuelo, Maverick Moore, había fallecido. Desde aquel instante, había preparado una pequeña maleta y se había puesto rumbo a New York.
Más de cuatro horas de viaje le separaban de su familia, pero eso poco importaba, pues sabía que su deber y su obligación era estar al lado de los suyos, pero ante todo, de su padre; Dorian Moore. El fallecimiento de Maverick, sin duda, era un duro golpe para la familia, pero estaba seguro de que su padre se llevaba la peor parte. Lo conocía tanto que sospechaba que él se haría cargo de cada una de las gestiones que conllevaba un fallecimiento, pero también de mantener en pie a Briona, la abuela y ahora viuda y, de Kiara, su adorable tía.
Había conducido atesorando los grandes recuerdos que tenía con su abuelo, porque tenía que reconocer que, aunque Maverick era un poco testarudo y anticuado, con sus nietos simplemente era el mejor. Y no era algo que solamente pensaba él, sino también su hermano Nathaniel y su primo Taylor.
Él era el mayor de los nietos, mientras que Nathaniel y Taylor eran casi de la misma edad, sacándoles prácticamente 4 años de diferencia. Lo que significaba que mientras que él ya se acercaba peligrosamente a la cifra de los 30, pues tenía 27 años, ellos se mantenían por debajo de los 25. Aún así, a pesar de que era poca la distancia, sus personalidades e intereses eran tan dispares que muchas veces se sentía desplazado.
No culpaba ni a su hermano, ni mucho menos a Taylor con el que además, guardaba muy buena relación. Simplemente tenía la sensación de que estaban en etapas diferentes, pues su objetivo principal fue finalizar la carrera e iniciar su propio negocio, mientras que Nathaniel y su primo eran conocidos por otros menesteres. Trabajaban y estudiaban, pero eso en ocasiones era totalmente secundario, pues prácticamente no había ni una fiesta en la ciudad a la que no acudían.
Sus temperamentos tampoco casaban, pues él, al contrario que ellos era demasiado visceral, y quizá aquel era el motivo por el que llevaba media hora escondido en su coche, frente al tanatorio. Había visto a gran parte de la familia entrar y a otros muchos salir, pero Gael se mantenía sujeto al volante, triturándolo con las manos. Odiaba aquellos lugares, pero más odiaba tener que despedir a su abuelo.
Miró el reflejo que le devolvía el espejo central del vehículo. No había pegado ojo, sus ojeras lo delataban así como su sombrío semblante. Él había heredado los ojos de su padre y el carisma de su madre, en eso había tenido suerte. Abrió la guantera y rescató sus viejas gafas de sol, pensando que al menos le salvaría de la nefasta impresión que generaba. A continuación, se ajustó la camisa y salió del vehículo tras ver salir a su madre.
—¡¡Mamá!! —gritó mientras avanzaba a paso ligero hacia ella.
Melanie, enseguida lo reconoció. ¿Cómo no iba a hacerlo? Su hijo lucía un traje oscuro y las gafas de sol impedían que pudiera disfrutar del brillo de su mirada, pero Gael era de esas personas que impactaba con su mera presencia y su manera de caminar. Enseguida lo abrazó y aunque su hijo no lo vocalizo, sabía cuánto le dolía aquello.
Gael la envolvió entre sus brazos. Llevaba 4 años fuera de New York, 4 años en los que había aprendido a hacer vida en Washington DC y en los que, por supuesto, había extrañado a su familia. Se había permitido visitarlos de vez en cuando, pero esas efímeras visitas jamás eran suficientes.
—¿Cómo está papá? —preguntó casi en un susurro.
—Ya lo conoces… Le vendrá bien verte.
Él asintió. Los Moore eran conocidos por la unión familiar que les rodeaba, unión que Gael también amaba y aborrecía a partes iguales.
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Gael - La Leyenda De Un Moore | Erótica + 18 | Completa ✅
Roman d'amourGael Moore se ve ante la necesidad de renunciar temporalmente a su vida en Washington y regresar a New York, junto a toda su familia. Allí se dará cuenta de que el duelo que debe lidiar es mayor, pues no solo tendrá que afrontar el dolor de perder a...