Capítulo 8: Las cartas sobre la mesa.

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El Brooklyn Heights Promenade, era un bonito paseo situado a la orilla del río Este, desde el que se podía disfrutar de unas fantásticas vistas del Skyline de Manhattan y el icónico puente de Brooklyn. Ambos habían hecho aquel precioso recorrido infinidad de veces y jamás se cansarían de hacerlo. De hecho, Gael le tenía tanto cariño a aquel rincón que muy pocas veces se había permitido el lujo de ir acompañado, aunque Amelia era la excepción de cumplía la norma.

Él caminaba con las manos resguardadas, mientras que Amelia se abrazaba así misma con las manos. Ella había asegurado que no tenía frío y él tan solo estaba reteniendo las ganas que tenía de abrazarla…

—Siempre había imaginado lo que sería besarte, así que cuando me lo pediste, ni siquiera lo dudé —dijo manteniéndose al lado de Amelia que había comenzado a aguantar la respiración —. ¿Quieres que te sea sincero?

La hija de Jhonny se detuvo en mitad del paseo. Quería poner toda su atención en escucharlo…

—Lo prefiero a que me mientas, sinceramente.

Gael se colocó frente a ella, quería hablar sin tapujos y por supuesto, hacerla entender que todo aquello formaba parte del pasado.

—Me gustó. Me gustó mucho —admitió —. Y si por mí hubiese sido te hubiera besado durante toda la maldita noche.

Los ojos de Amelia hablaron en su lugar, instalándose en la boca del hombre… Gael sintió el impulsó de volver a probar lo que un día le perteneció, sin embargo, su fuerza de voluntad era de admirar.

—Me has preguntado en repetidas ocasiones el motivo por el cual no te llamé, pero ni siquiera puedo darte un motivo concreto. Supongo que pensé que era la mejor manera de olvidar lo ocurrido.

—Te necesité, Gael. No te puedes hacer una idea de la falta que me hiciste —aclaró dolida.

—Lo siento.

El Moore la pegó contra su pecho, abrazándola con suavidad. No quería que se sintiera forzada, así que esperó a verla ceder para apoyar la barbilla sobre su cabeza. Ella volvió a llorar, tal y como había hecho un par de días atrás, lo que le quemó vertiginosamente. ¿Qué le ocurría?

—Te esperé demasiado tiempo —indicó entre sollozos, aún refugiada en su pecho —. No solamente tuve que aprender a vivir sin ti todos estos años, sino que además, he tenido que ver cómo regresabas a New York para vivir con tu indiferencia.

—No es lo que piensas… No he dejado de preocuparme por tí.

Gael la rodeó con más fuerza, perdiéndose en el increíble aroma que conseguía transportarlo a otro mundo.

—¿No? —preguntó incrédula mientras sacaba las fuerzas suficientes para mirarle a la cara.

—No, pequeña.

Él, completamente desecho, volvió a apoyar su frente en la de la fémina que esperaba algo más, porque era evidente que no le había olvidado.

—¿Entonces qué es, Gael?

—No me acostumbro a verte con mi hermano —admitió separando el rostro del de Amelia para así evitar tentarse con el delicioso aliento que le llegaba.

—Lo que siento por ti es infinitamente superior a…

—No compliquemos más las cosas… —murmuró Gael poniendo distancia.

—¡Maldita sea! ¿No lo entiendes? El único Moore que he amado y que amaré toda mi vida has sido y siempre serás tú.

Gael sintió como si en aquel preciso momento lo empujaran por un precipicio sin paracaídas y eso, solamente significaba una única cosa y era que la caída iba a ser dolorosa. Las palabras de su tío afloraron en aquel momento como si su palabra fuese ley; en ese caso, ya has elegido, escuchó una y otra vez en su cabeza. Lo que le ayudó a recordar que, efectivamente, debía anteponer el bienestar de su familia.

—Vamos, te llevaré a casa —indicó mientras intentaba tocar su brazo.

—No. ¿No te das cuenta? Lo vuelves a hacer —explotó frente a sus ojos — No estoy ciega, Gael y sé que deseas besarme tanto como lo deseo hacer yo.

—¡Joder! Por supuesto que te besaría.

—En ese caso… ¿Cuál es el pero?

Gael sonrió vacilón. ¿De verdad se lo preguntaba?

—Ahora mismo, uno muy grande; Nath —sentenció mientras se daba la vuelta para regresar al coche.

Rápidamente escuchó los pasos de la Trambel a su espalda. Besarla se había convertido en su mayor tentación, de hecho, ese sentimiento se había incrementado desde que era conocedor de la relación que tenía con su hermano, pero hacerlo solo sería un mal mayor.

—No le quiero… —indicó ella mientras lo seguía a trompicones —. Al menos, no como se supondría que lo debería de querer.

—Ese no es mi problema.

Gael sabía que sonaba egoísta por su parte y quizá algo altanero, pero no podía permitirse bajar la guardia.

—Terminaré con él.

Aquello hizo que se detuviera de golpe, lo que permitió que Amelia lo alcanzara sin dificultad.

—Sigues sin entenderlo… —murmuró el Moore con una extraña sensación —. Jamás estaría contigo. Al menos, no si eso puede hacerle daño a Nath.

—Lo superará… Vamos, es tu hermano. Aparecerá otra mujer en su vida que llame su atención.

—Las cosas no funcionan así…

—¿Y como se supone que funcionan, Don perfecto?

Gael pensó en la famosa ley no escrita que intentaba seguir el 75% de la humanidad. Esa en la que, en su caso, una mujer, quedaba vetada de por vida por haber estado relacionada con un amigo o familiar, porque la realidad era que su relación con Nathaniel era mucho más importante.

—No soy perfecto, posiblemente sea la persona que más errores cometa en este mundo, pero tampoco me considero un traidor.

—No he dicho eso… —susurró ella haciéndose de pronto más pequeñita.

—Dime una cosa… Si no quieres a mi hermano, ¿por qué diantres aceptaste tener una relación con él?

—Yo también necesitaba pasar página, Gael. Me merecía ser feliz o, al menos, intentarlo.

Gael suspiró, siendo consciente de que en Washington él también lo había intentado, sin embargo, que Nathaniel estuviera en la ecuación lo complicaba todo.

—Continúa intentándolo… —respondió segundos antes de entrar en su coche.

Con el corazón quebrado, arrancó, haciendo reaccionar a Amelia que se había quedado petrificada ante sus palabras. Palabras que le habían dolido tanto a él como a ella. Gael esperó pacientemente a que la mujer cogiese el valor suficiente para subir al coche y después cogió la ruta más rápida para llevarla a casa. La cita había llegado a su fin. 

En silencio, se detuvo a la entrada de la casa de Isabella y Jhonny. La tensión era evidente, pero Amelia no estaba dispuesta a decir adiós. Aún no.

—¿Insinúas que lo mejor para ambos es que siga con Nathaniel? — Gael no contestó. Él no se consideraba nadie para dar semejante orden — ¿Crees que es lo correcto ahora que sabes que no lo amo?

—Solo sé que mereces ser feliz, al igual que merece serlo mi hermano.

—¿Crees que soy feliz así? —preguntó Amelia mirándolo de nuevo por primera vez.

No. Era evidente.

—La felicidad que buscas no la encontrarás conmigo.

Amelia se quedó en silencio unos segundos, rota por su rotunda afirmación.

—Gracias por la velada. Sin duda, no la olvidaré jamás… Buenas noches, Gael.

Él giró la cabeza para verla, sin embargo, Amelia había salido a toda velocidad del vehículo, por lo que sólo pudo encontrarse con el tremendo portazo que la fémina dió sin titubear.

—Buenas noches, pequeña —murmuró para sí mismo instantes antes de marcharse.

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Gael - La Leyenda De Un Moore | Erótica + 18 | Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora