Capítulo 16: Vulnerabilidad.

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El Moore estaba desesperado, llevaba más de cinco minutos revisando el fondo de su armario. Por supuesto, no contaba con haber tenido visita, pero mucho menos con que Amelia quisiera dormir con él. Dormir. Verbo al que no había parado de dar vueltas tras tener la información que Taylor había soltado tan a la ligera. Jamás se había visto en una situación así, pero el hecho de conocer que la Trambel era virgen lo llevaba a un estado de nervios permanente.

No por el hecho de querer ser, una vez más, el primero, y quizá el último, en su inexistente lista de amantes, sino porque fuera como fuese no quería que Amelia se sintiese coaccionada u obligada a hacer algo que en aquellos momentos no deseaba. Eso él lo tenía claro, pero… ¿Cómo se lo explicaba a ella cuando no tenía a mano ningún pijama porque acostumbraba a dormir desnudo?

Sí, desconocía de quien había adquirido aquella maldita manía, pero para él no había nada más placentero que sentir el roce de las sábanas con su cuerpo y eso, con Amelia dormitando en la misma cama, iba a ser bastante incómodo.

—¿De verdad le estás quitando la etiqueta a ese pijama? —preguntó mientras salía del cuarto de baño con el pelo completamente recogido.

Gael bufó ante la cazada del año. Inmediatamente fue consciente de que la camiseta que llevaba era de él, aún así, estaba preciosa.

—Me lo regalaron mis abuelos hace dos años —dijo respecto al pijama, sintiéndose ridículo.

—¡Vaya! ¿Y lo has guardado desde entonces por algún motivo?

Él lamió sus labios. Por supuesto, el único motivo era que le gustaba ir sin ropa, pero esa era una práctica que sus abuelos desconocían.

—No suelo dormir en pijama —murmuró a riesgo de que lo quisiera fuera del cuarto.

Amelia no respondió, simplemente se limitó a ver cómo se calzaba la camiseta que, por supuesto, le quedaba corta de mangas. Ella rompió a reír, llamando su atención.

—Te puedo asegurar que no me asustaré por verte en ropa interior. Seguro que lo que lleves ahí debajo es mil veces mejor que eso. ¿Ni siquiera revisaste la talla cuando te lo regalaron?

Gael negó. ¿Para qué iba a revisar la talla de algo que no se pensaba poner nunca? Además, sus abuelos estaban tan emocionados por el regalo que prefirió pasarlo por alto.

—¿Estás segura?

—Sí. Anda ven —susurró mientras se zambullía en la cama.

El Moore se deshizo de la ropa que llevaba, sintiéndose analizado. No le desagradaba que Amelia lo mirase, al contrario, pero desgraciadamente había cosas que no podía controlar y que de momento prefería mantener ocultas ante sus ojos. Con celeridad se subió a la cama y se cubrió con la sábana hasta la cinturilla. Lo justo y lo necesario para que la Trambel no se pudiera percatar de la erección que guardaba bajo el calzoncillo.

—Me gustaría besarte.

La voz de la mujer le llegó con un ligero temblor que no pudo ignorar. Una vez más, la veía vulnerable ante él, como aquella primera vez. Gael se acercó con lentitud para unir sus labios y permitir que ella lo besara tal y como deseaban ambos. Después, él profundizó mucho más, entreabriendo la boca para embeberse de su sabor. De nuevo, volvieron a besarse como quinceañeros, dándose un beso detrás de otro hasta quedarse sin respiración.

—Oye, jamás me acosté con Nathaniel —quisó aclarar mirándolo a los ojos.

Gael lo sabía, pero sabía mucho más, pues el estúpido de su hermano no había sabido mantener la boca cerrada.

—Valéry y yo tampoco nos acostamos.

Amelia se sintió agradecida ante el gesto e instantes después se recostó sobre el torso desnudo del Moore que la cobijó en silencio. Los dos permanecieron así, abrazados, escuchando sus respiraciones y atesorando aquel maravilloso momento que se llevarían para siempre en el corazón.

—Nath no me lo perdonará jamás —murmuró acariciándola con lentitud.

—Le daremos tiempo. Vamos Gael, ¿sabes con cuántas mujeres ha estado tu hermano en el último año?

—No. Por extraño que te parezca no se las contabilizo —soltó con ironía.

—Sería imposible, créeme.

Gael era conocedor de la fama que tenía su hermano, al igual que la tenía Taylor, pero le mortificaba pensar que en esta ocasión hubiese sido diferente.

—¿Es posible sentirse bien y mal al mismo tiempo?

Ella asintió, mientras deslizaba, con delicadeza las uñas, por el torso desnudo del Moore. Gael cerró la mano formando un puño en uno de los costados, levantando sinuosamente la camiseta de Amelia.

—¿Puedo pedirte algo?

—Dime, pequeña.

—No me dejes al llegar a New York. No podría soportarlo.

Gael negó. Dejarla no entraba en sus planes.

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Gael - La Leyenda De Un Moore | Erótica + 18 | Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora