Capítulo 5

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— ¿Mariposita? — Sonrió. ¿Podía permitirse tener esperanza que alguien se acercase? Nadie le ayudaría, si quería salir en una pieza, sería por su propio esfuerzo — No sabía que teníamos tanta confianza para llamarnos por apodos... — enterró su celular entre la toalla dentro de su bolso y aferró la correa del mismo con su mano — Lo siento, ni siquiera sé tu nombre, pero ten buena noche, tú y tus amigos —

Con el temor enterrándose debajo de su piel, se pellizcó uno de los muslos, logrando ponerse en pie, casi cayendo de nuevo a la banca por la abrupta cercanía con aquel muchacho de risa socarrona. Aiden tomó aire de forma lenta, regalándose un par de segundos para no romperse la voz al seguir en su acto de supuesta calma. Se tuvo que morder el interior de la boca al comprobar la diferencia de altura entre él y los tres chicos rodeándolo, abrumando sus sentidos y acelerando su corazón.

— Oye, no seas así — fingiendo pesar, se animó a rodear con su brazo el cuello de Aiden por el constante vitoreo de sus amigos, haciendo al más bajo encogerse por echarle su peso encima — Nosotros solo queremos charlar, ¿por qué no damos una vuelta? —

— Podríamos aconsejarte, ya sabes, para conquistar a Nathan — una segunda voz desconocida resaltó en medio de un par de hincones que Aiden sintió a su costado, justo entre sus costillas.

Aiden intentó reír al codeó del chico a su derecha. Su sonrisa tembló por culpa de la dosis de incomodidad con la cercanía de esos extraños, cuyas intenciones no clamaban de ser benevolentes. El brazo alrededor de sus hombros se sentía como un ancla sepultándolo en el concreto. La oscuridad se notaba mucho más tentadora que la luz iluminando a esos monstruos prejuiciosos.

— Aunque quizá te falte tener algo de tetas — Bromeó el último de ellos, poniendo sus manos alrededor de su pecho, simulando unos grandes senos encima de sus palmas — Nathan nunca ha demostrado interés en maricas, pero podrías ser la excepción —

— No hace falta, como... — Aiden se quedó mirando al rubio de cabellos desordenados, esperando adivinar su nombre.

— Dax, dime Dax — dio una leve inclinación de su cuerpo, presentándose de una forma muy teatral.

— Dax dice, Nathan no está interesado en mí. No necesito consejos, debo ir a casa, creo que dejé la estufa encendida. Los incendios son peligrosos — hizo el primer intento de zafarse del sofocante peso de insistente moreno que le sostenía, notando el tatuaje de un dragón en su cuello; una de sus largas alas estaba rozando la zona tras su oreja — Además no voy a ser buena compañía —

— Está feo ignorar las invitaciones de tus amigos — Siendo más alto y musculado que Aiden, no se le hizo difícil jalarlo a trompicones hacia la calle, entre un mar de risas que camuflaban la unilateral diversión — Yo soy Matt, el de la barba sin rasurar en Josh y Dax ya se presentó. ¿Lo ves?, somos prácticamente amigos —

— Sí — Aiden murmuró. Por el rabillo del ojo notaba las muecas de desagrado de Dax y el jugueteo tonto de Josh enredando el aro del llavero en su dedo índice, balanceando las llaves. Los latidos de su atemorizado corazón golpeaban su garganta, y el frío dominaba sus manos, sus dedos habían perdido el color al aferrarse desesperadamente a la correa de su bolso.

La vereda se le hizo eterna, y la luz artificial se tornó mucho más opaca a medida que avanzaban por la desolada calle.

— ¿Iremos en auto? — Preguntó queriendo sonsacarles información — Es que estoy un poco cansado para caminar mucha distancia, soy nuevo en esto de venir al gimnasio —

— No. Tranquilo, mi casa está muy cerca, llegaremos pronto — Josh, agitando las llaves en su posesión, contestó su inquietud.

Aiden sabía que no debía irse junto a esos abusadores, era plenamente consciente de su infortunado destino de esa noche, sin embargo, no pretendía caer sin dar pelea. Posiblemente no llegaría a dar más que rasguños, pero los haría con la mayor fuerza.

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