Capítulo 18

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Aún resonaba en sus pulmones la falta de aire, mientras inhalaba ruidosamente, preocupado por secar las gotas descendiendo de su cuero cabelludo hacia su rostro, cayendo al suelo, enterrándose en sus pestañas y adentrándose por su boca. Aiden estaba al borde del colapso, sintiendo que su cuerpo no podría resistir un segundo más de frenéticos movimientos al compás de canciones de antaño de reguetón.

— ¿Irás... a casa... con algún chico? — Tras atragantarse con cantidades inadecuadas de agua, Aiden sintió su cuerpo levemente revitalizado — Últimamente no te vas con nadie, ¿cansada de las testosteronas? —

Cherrie le observó de soslayo, ocupada en hidratarse de una forma mucho más serena — Estoy interesada en un chico en específico, pero... —

La toalla en sus manos se deslizó hasta chocar con sus zapatos deportivos — ¿Chico?, ¿lo conozco?, ¿muestra algún interés? — Aiden le interrumpió al invadir su espacio, emocionado — ¡Definitivamente debe tener interés en ti, eres muy hermosa, hasta un ciego podría verlo! Si me gustasen las chicas definitivamente me enamoraría de ti —

Cherrie se mordió los labios en un atisbo de frustración — Me rechazó — corrigió de inmediato al notar la expresión de sorpresa de Aiden — Quise invitarlos a salir, y... rechazó mi oferta —

— ¡Es un idiota!, ¿por qué no te da una oportunidad? Él se pierde a una maravillosa chica y tú ganas al no tener a un tonto — enfurruñado metió su toallita y su botella vacía, vertiendo su enojo. Rebuscando los asquerosos suplementos de la máquina expendedora, abrió uno para él y tendió un segundo a Cherrie, sin siquiera verla.

— Aun así, quisiera seguir intentando, solo un poco más — La fémina aceptó la barrita energética que Aiden le ofreció, sin poner trabas, prácticamente normalizado.

— ...ien, ecidio— balbuceó con la boca llena. Batalló unos segundos con el cierre de su bolso y fingió que no le dolió al colgárselo bruscamente, consiguiendo golpearse la cadera — Si necesitas ayuda para conquistarlo, me llamas. Si necesitas ayuda para olvidarlo, me llamas —

— ¿Y si quiero enterrar un cadáver? — Cherrie bromeó, un poco más risueña por la seguridad de tener apoyo.

— Yo llevo la pala —

Un intercambio de risas, una corta despedida con un adiós y Aiden acabó inmerso en un ala diferente del gimnasio. Consumió la mitad de la barrita, relamiéndose los labios e ignorando el frío de sus palmas por culpa de los nervios, aferrándose con una mano a la correa de su bolso.

El ambiente era diferente, mucho menos jovial y más denso, difícil de respirar. El principal sonido provenía de los golpes y el juego de pies, encapsulando una tonada rítmica de una canción sin letras, que se oía lejana, una intrusa.

Aiden contuvo la respiración por el repelús que le causó captar un par de miradas. Desviando la mirada al suelo encontró consuelo, deteniéndose cuando el golpe más fuerte resonó, estremeciendo su piel. Sus ojos buscaron al culpable en un paseo veloz a su alrededor, encontrándose con Nathaniel en el cuadrilátero principal, practicando junto a otro muchacho. Toda su tensión desapareció, dejando un cuerpo endeble.

Idiotizado, caminó hasta derrumbarse en un banquillo, tirando de su bolso para abrazarlo como su resguardo. Aiden era prácticamente un ignorante sobre el boxeo, su padre solo amaba el fútbol y él nunca fue partidario de algún deporte, e incluso en su desinformación, comprendía que Nathan era bueno. Quizá era su aterradora presencia, el doloroso sonido de sus golpes o la velocidad de los mismos. Tal vez era por el disfrute de su disciplina o su egocentrismo de captar la atención sobre él. Aiden no conocía una respuesta.

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