Un capuchino a las tres de la tarde era un sueño cumplido. Ser el sugar baby de un millonario seguía siendo una aspiración, la erótica fantasía de un pobre virgen y un chiste recurrente en su mente.
En su lamentable y frágil estado de recién despertado, apenas superando el trauma de abandonar la almohada, con los cabellos alborotados por las horas de descanso, comer bistec encebollado junto al puré de papa, para rematar con un pastel y una taza de cafeína, no parecía lo más adecuado para su estómago vacío.
¿Quién lo iba a culpar? Su padre tenía el día libre, así que aprovecharía la carta del consentimiento de su progenitor, quien fingía leer el periódico a su lado, mientras él se embarraba los labios de glaseado.
Meciendo los pies de lado a lado, saboreando el empalagoso dulce, interrumpió la actuación de su padre — Mis amigos durmieron aquí — El trago de postre lo pasó con café, casi atragantándose en el bocado.
August Zahner, el cabecilla de familia, era un hombre bastante tosco y simplón con un corazón muy débil. Delicadamente dobló en cuatro secciones el papel entre sus manos.
— Lo sé. Hice suficiente para todos — El mayor admiró cada movimiento del chiquillo, apenas consciente del paso de los años, tras el filtro de sus amables ojos castaños, Aiden seguía siendo un crío — ¿Qué hay de Rosemary? —
El tenedor a medio camino se detuvo un segundo en el aire — Seguimos sin arreglarnos. Soy como el anticristo, me ve y sale corriendo — señaló, al hacer mímicas con el utensilio.
— Entonces no te estás esforzando suficiente — August, pese a tener una mano pesada y un tacto brusco al acariciar los cabellos de su hijo, balanceando la cabeza de éste de lado a lado, era igual de reconfortante que cuando era un niño — No te he enseñado a huir de los problemas —
— Se corre tras ellos, no de ellos — recitó, con los hombros encogidos y una sonrisa melosa, sintió su corazón rebosante de alegría ante la muestra de cariño — Lo sé, es buen lema de vida, y no lo digo solo porque sea tu hijo —
— Eres más fuerte que cualquier obstáculo —
La taza en sus manos, calentando su piel, se quedó sobre la mesa. Sus dedos golpeaban el vidrio, en compás a sus sentimientos, creaban una melodía sin sonido. Las palabras cálidas de su padre, el sabor de su cocina y la torpeza de mostrar su presencia, eran sinónimo de felicidad.
— No le vayas a decir a mamá, pero tú eres mi favorito — dijo, anhelando más caricias al ver al hombre alejarse — Debes guardarme el secreto —
— Estoy segura de haber escuchado el mismo secreto la semana pasada — su madre, a sus espaldas, le dio un manotazo, haciendo al chico saltar en su asiento — ¿Qué quieres? Habla niño, te conozco — le acusó al señalarle con un pedazo de manzana. Bett, cargaba en sus manos otras tres porciones de fruta, las que dejó en la mesa.
Aiden, inútilmente intentó frotarse el dolor — Bien, soy culpable — renegó encorvado, con una mueca de disgusto en los labios por el ardor en su piel — No tengo favoritos — le guiñó el ojo a su padre, quien tras un suspiro, hizo círculos sobre la espalda de su hijo, aliviando sus males.
— Entonces... — August ignoró la mirada de reproche de su esposa, pese a su apariencia portentosa de un hombre serio, era el más endeble de los dos — ¿Qué sucede? —
Bett jaló una silla, encerrando al chico entre ambos. Con un toque de disgusto, decidió escuchar, aunque sin perder su esencia de intimidación. Sus hijos necesitaban una figura de autoridad rígida, pues según su pensar, podrían desviarse del camino sin correcta orientación.
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Syntax Error
RomanceTu crush no te puede pedir ayuda para conquistar a tu mejor amiga, ¿verdad? Aiden jamás esperó ese error de cálculo