Capítulo 11

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Vaya suerte. Aiden estaba sonriente, muy sonriente mientras tarareaba y se deslizaba de lado a lado en el asiento, atado por el cinturón de seguridad, movía las manos para hacer mímica a las canciones, ignorando la pena de saber que el viaje estaba a punto de acabar.

Nathan se estacionó rápidamente junto a un pequeño complejo de apartamentos, por el aspecto se notaba algo viejo, de habitaciones diminutas y un casero amante a la naturaleza por las múltiples plantas adornando los balcones. Miró inquisitivamente a Aiden, quien seguía en su burbuja, mandando mensajes, sin dejar de jugar con el bombón en su boca, evitando explicar a donde le había pedido llevarle para deshacerse de él de una vez.

— Gracias por la no salida, cuidar de mí, no abandonarme, el rico desayuno y traerme de regreso — Enumeró con sus dedos, sonando su voz algo entorpecida por el dulce en su cavidad — Nunca más voy a molestarte de nuevo, lo juro —

Bufó por incredulidad, desde que cometió el error de buscarlo, el chico estaba en todas partes — No confío en tu palabra, Aiden. Confió más en un mudo, que en ti —

— Disculpe reina del drama — apenas quitó el seguro a la puerta, está se abrió de par en par dejando entrar un aire con una esencia húmeda, rebosando de frío — ¡Llévese mi celular, pero no mi... — Chilló al sentir una mano en su hombro — ¡Roy! — Sus pobres latidos se calmaron, mientras exhalaba un largo soplo de alivio.

Ante los ojos de Nathan, Roy era una copia exacta de Aiden, un castaño de ojos brillantes, tan luminosos que tenían una galaxia en cada orbe. Su risa torpe, descuidada y fresca era inalterable, era el niño con quien conversó la noche anterior.

— ¡Aiden y Nathaniel! — Vociferó entre risas al lanzarse a los brazos de su hermano mayor, mirando con curiosidad al de ojos verdes — ya habían tardado, creí que pasaría todo el fin de semana tejiendo con la abuela —

— Niño, no puedes saludar a la gente mayor así, pude morir de un infarto — Aiden le regañó, sin recomponerse del susto, apretujándolo con fuerza, restregando su mejilla contra la del infante, haciéndole un par de cosquillas — Vamos, mi amigo ya debe irse, nosotros nos quedaremos otro rato con la abuela —

— ¿Eh? — Respondió de mala gana al hacer una mueca — ¿El amigo del auto no nos irá a dejar a casa?, ¿no es muy tacaño? — Lloriqueó, como si Nathan no estuviese frente a él escuchando su berrinche.

Aiden, un tanto apenado por su hermano, le empujó suavemente lejos del vehículo — Tu hermano ya le dio las molestias de toda una vida — dijo, entre risas fingidas, queriendo aminorar el tono de la voz de Roy, escondiéndola con la suya — Nos vemos, Nate... —

— Solo suban, los llevaré a casa, Rey del drama — señaló con el pulgar los asientos traseros, evitando el contacto con el par de ojos marrones, ambos observándole fijamente, uno con incredulidad y otro con admiración. Seguramente sería otra de esas decisiones equivocadas.

— ¡Gracias hermanito Nate, eres muy amable! — Eufórico, Roy fue el primero en acomodarse en la parte de atrás, mirando todo con ensimismamiento. Comprobando lo acolchado que eran los asientos traseros, al restregar su cuerpo, cerrando los ojos, tomándose muy en serio la labor de catar el auto. Paseó su dedo por la puerta, dándole el visto bueno con un asentimiento, achinando sus ojos sobre la yema de su índice — También con buen gusto y muy limpio. Te acepto como amigo de mi hermano, guardaré su secreto —

— ¿Exactamente cómo fue su conversación de anoche? — Aiden se giró e intercaló miradas entre su crush y su hermanito, frunciendo el ceño al no entender su complicidad, prácticamente se le había ido la vergüenza por la forma en que Roy había actuado frente a Nathan.

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