Capítulo 36

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Quizá el filtro del amor había frito sus circuitos, pero el mundo tras la ventana parecía mucho más brillante, exuberante de felicidad y en pleno goce de vida. Las canciones tristes ya no provocaban melancolía, y las letras de amor empezaban a tener otro significado.

Ser recogido de su casa para ser llevado a la escuela por su enamorado, había dejado de ser una fantasía, para convertirse en su realidad. La separación en el estacionamiento tras bajar del auto, fue un tanto melodramática después de permanecer escondidos unos minutos detrás de los cristales pañosos del vehículo. Cherrie fue la única víctima del desborde de romance de los jóvenes empalagosos, provocándole cierto repudio al concepto de amor.

El jalón en su mentón desestabilizó a Aiden un segundo, tropezando en sus pasos, se aferró a los brazos de Cherrie, quien escudriñaba cada centímetro de su boca, bufando al estar satisfecha.

— Tienes los labios hinchados, muy hinchados — se quejó titilando por el frío. Arrepentida por haber esperado que el par de tortolitos terminase su sesión matutina de besos, mientras yacía recostada en el auto, contando el número de hojas de los árboles a la distancia, el temporal empeoró su humor. Prefería soportar el clima, antes de estar encerrada con ellos un segundo más — Casi no se nota que te comieron la boca —

— Se llama práctica de besos — Aiden se mantuvo a duras penas en pie. Adolorido se acarició las mejillas, no solo dolían por el agarre de la chica, sonreír mucho era cansado. Altaneramente se paró erguido — Mi novio... — la palabra lo atontó en un segundo — mi novio, mi novio Nate... —

Cherrie rodó los ojos, dando un paso al costado de Aiden, trazando un poco de distancia entre ambos — Ojalá ya se les acabe la luna de miel — rogó más para sí, ignorando al chico sumergido en su propia burbuja. Tiró de éste cuando casi se da de frente con la puerta de uno de los autos — Porque no tengo suficiente amor, para trabajar de niñera —

El atestado estacionamiento de la escuela perdía su estrepitoso caudal a cada segundo. El tiempo de inicio de las clases corría hacia el límite, por lo que, la mayoría de estudiantes se preocupaba por cruzar las puertas principales antes del toque de la campana, no por el sentido de la responsabilidad, era más bien la pereza de cumplir un castigo en medio de un frío día de invierno en una sala sin entretenimiento.

— Ay, mi novio — enternecido, Aiden volvió a suspirar. Prácticamente había olvidado el segundo de lamento que sintió, cuando Nathan le dijo que iría a buscar a su mejor amigo — Al fin Cupido se apiado de mí y me dio su bendición — adelantándose un paso a la chica, se giró hacia ella — No desesperes, Cherrie. Ya vendrá tu oportunidad — alzó los brazos, pretendiendo chocar con ella en un caluroso apretujón en los cuales derramar sus ánimos.

Cherrie saltó hacia atrás, trastabillando un segundo por lo húmedo del concreto, mientras estiraba su mano — Ya lo pensé bien, no quiero amor. Quiero un sugar daddy de noventa años a punto de morir —

— Cherrie, no seas pesimista — Aiden se aventuró a buscar el contacto por su cuenta, su euforia le había inyectado contra el rechazo. Caminó hacia ella, encontrándose en el medio un gran obstáculo. Su cuerpo se topó contra el brazo de Nathaniel como barricada — ¿Nate?, ¿no encontraste a Ezra? —

— Está enfermo en casa... O al menos esa fue su excusa para faltar — Resopló, sus hombros cayeron unos centímetros al exhalar. Un atisbo de preocupación atravesó sus orbes, antes de esbozar una pequeña sonrisa dedicada al chico pegado a él — Te acompaño a tu casillero —

Las manos de Aiden se deslizaron por su brazo, sus dedos rozaron los contrarios durante un segundo tenue, que acabó antes de percibirlo. Solos sus meñiques permanecieron entrelazados. Zahner asintió sin mirarle a los ojos, el leve rubor en sus mofletes tenía un significado diferente al frío, sus temblorosos labios no pudieron emitir una afirmación.

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