El chico intercaló miradas entre su novio y su amiga, esperando el remate de alguna risa para tan mal chiste. El intento de reírse, se ahogó en la irritación. La curvatura de sus labios se convirtió en una línea recta. Sufrir las consecuencias de sentir sin control, era su destino.
— Rose ¿Qué mierda ocurre contigo? — Retrocedió un paso hacia atrás, tomando aire en una inhalación exagerada, queriendo calmar su enojo — Estoy cansado de ti, de nosotros... de aferrarme a una relación muerta. Dejar que el pasado me consuma —
Rosemary afianzó el agarre, apretando su pecho con sus brazos, buscando un soporte — Tú me traicionaste, sabías... Te dije mis sentimientos, y aun así empezaste a salir con él — el temblor de su cuerpo, acrecentaba. Sus ojos se enfocaron en Nathaniel, admirando en silencio su calmado semblante. Rogando en silencio por una intervención, necesitaba un salvavidas. Desesperada por alguna esperanza de tener alguna parte de su corazón.
Explotó. Aiden frunció el ceño, notándose irascible — ¡Yo no te traicioné! ¡Desde el principio te dije que me gustaba Nate! — Ni siquiera el par de lágrimas cayendo por las suaves mejillas de la chica, apaciguaron su molestia. Su llanto solo consiguió irritarlo — ¿Cómo iba a saber yo, que a ti también te gustaba si no me lo dices? —
— Te lo confesé, quizá tarde, pero lo hice... ¿Siquiera pensaste en mí cuando aceptaste salir con él? — La toalla húmeda sobre sus cabellos, golpeó el suelo, mientras ella cruzaba sus ojos con los de Aiden por segunda vez en aquella noche. El rechazo, la ira y la melancolía relucían en sus ojos, gritando los reclamos atrapados en su mente.
— Sí, lo recuerdo. ¡Fue el día cuando me dijiste marica! — Reprochó por la espinilla enterrada en su corazón, recordando el dolor de sus palabras — ¡Ni siquiera te preocupabas porque yo no era competencia, según tú, Nathaniel jamás tendría sentimientos por mí! — se arrancó con el dorso de la mano, la lagrimilla descendiendo desde sus orbes. La sábana se derrumbó en el suelo, alrededor de sus pies.
Nathaniel se arrojó a la impetuosa marea, para mantener a flote a uno de ellos — Tú me rechazaste, Rose... Desde antes de hablar con Aiden — posó su mano sobre la cabeza del chico, desarreglando sus cabellos con sus dedos enredados entre los mechones, hasta bajar a su cachete, acariciando su pómulo con parsimonia, admirando su rostro.
La chica se mordió los labios, aguantando un sollozo en la garganta. Se acercó, plantándose frente a Nathaniel — Tú también lo rechazaste... y ahora, de la nada, empiezas a salir con él, ¿es una forma de vengarte de mí por negarme a salir contigo? — Le agarró del cuello de la camisa, tirando de él hacia abajo.
Nathaniel, viéndola desde su posición, sonrió socarrón, soltando una carcajada carente de gracia — ¿De la nada?, Aiden me jodió la mente por semanas. Me idiotizó, ya ni siquiera me importa mi orientación — jaló de la muñeca de Rose, quitando su mano de su arrugada y estirada tela — Cúlpame por dejarme encandilar por otro y no esperarte. Yo también tengo sentimientos —
No se opuso a recibir el golpe. Rosemary le propinó una cachetada. El impacto de las pieles resonó adhiriéndose a las paredes. La cara llorosa de la fémina se había transformado, sus pómulos adquirieron un tono rojizo, sus dientes rechinaron, las lágrimas no iban en sintonía con su expresión de cólera y aunque zarandeó su mano, la picazón no se le quitó.
Aiden abrió los ojos de par en par por la sorpresa, se encogió al imaginar el dolor, solo escuchando el choque. Se apoyó en el hombro de su novio, rozando con la fría yema de sus dedos, su palpitante mejilla. Nathaniel tomó la muñeca de Zahner, negando su intento de preguntarle si estaba bien, sosteniendo su mano entre la suya.
La violencia no era la solución. Gritar más fuerte que el otro no daba la razón. Hablar sin pensar, dejándose arrastrar por el odio y la ira no era comunicarse. ¿Cómo dos amigos de toda la vida pasaban a ser desconocidos con recuerdos compartidos?
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Syntax Error
RomanceTu crush no te puede pedir ayuda para conquistar a tu mejor amiga, ¿verdad? Aiden jamás esperó ese error de cálculo