El juego de llaves resonó entre el silencio, llamando la atención del atontado Aiden, quien caminaba un paso por detrás de Nathaniel, aferrándose al borde de su chaqueta, para no alejarse. Ante su vista solo yacía la ancha espalda del muchacho, sus músculos se realzaban al ser acariciados por la ropa, invitándole a recostarse sobre él.
Despejó aquellas ideas al indagar entre sus dudas, ansioso de respuestas — ¿En verdad puedes saltarte las clases de la tarde? —
Nathaniel la dejó frente a la puerta del copiloto, como si esperase que en cualquier momento podría caerse o desviarse del camino.
— Muy seguro. Ahora entra — le empujó con delicadeza tras abrirle, tumbándolo en el asiento — Solo te llevaré a casa, no tienes que enloquecer —
— No estoy enloqueciendo — renegó al acomodarse, extendiendo el respaldar un poco hacia atrás. Responsablemente se puso el cinturón y se encogió en sí mismo — No quiero ser excusa de irresponsabilidad. El equipo de básquet me echaría la culpa si no vas —
Nathaniel le admiró por el espacio entre la puerta abierta, relajado, casi divertido de verle enfurruñado — Ya no estoy en el equipo de básquet —
Los tímpanos de Aiden chirriaron, por la puerta al ser cerrada y la nueva información, procesando lentamente, las preguntas se quedaron en la punta de su lengua, sus ojos se concentraban en el camino casi desértico, llevaba largos minutos ensimismado a su alrededor, oyendo de fondo las canciones que había guardado en una lista de reproducción dentro de Spotify de Hicks. Buscó consuelo al acercar sus manos a la calefacción, el tiritar de su cuerpo no quería ceder.
Su amigo, igual de callado como él, no tardó en estacionarse a un lado de la calle. Se despojó de su chaqueta, invadió su espacio sin siquiera alzar la voz, simplemente la cobijó con ella, envolviéndolo en una bolita.
— Este no es el camino a mi hogar — murmuró, extasiado por la atención, idiotizado por el aroma de Nathaniel abrazándole — ¿Me estás secuestrando? —
— Lo hago — Corroboró por tercera ocasión su temperatura con el dorso de sus manos sobre las mejillas y la frente del castaño — Te llevaré a mi casa. No voy a dejar solo a un enfermo, no soy un insensible —
Aiden no reprochó, accedió con un asentimiento, porque era un poco desolador admitir la tristeza de permanecer en una solitaria casa, anhelando la compañía, escondiendo sus deseos por propasarse de egoísta.
— Nunca has sido un insensible, eres un chico dulce, igual que la Miel — Bromeó al esbozar una sonrisa, pese al aturdimiento por el martilleo en su cabeza. Su mirada se posó cerca del volante, le causaba un regocijo ver su llavero adornando el manojo de llaves — Me haces feliz —
— ¿Te hago feliz con tan poco? —
— Los pequeños detalles son importantes. Cuando empiezas a sumarlos, se hacen inmensos — explicó sin apartar sus orbes del chico enfocado en el camino — Por ejemplo, pusiste mi playlist, aunque no seas amante de las canciones pop repetitivas de letras sonsas, solo para permitirme relajarme, sentirme seguro —
— Eres la única persona, además de mi madre, en decirme sensible —
Aiden se encogió de hombros, guardando sus palabras en el silencio, dedicándose a disfrutar del momento, empecinado en enrollarse con la chaqueta de Nathaniel por la añoranza de su calor y su aroma, del privilegio de gozar de su amabilidad. Admirando a la persona que su terco corazón quería, empezó a adormecerse. A pesar del dolor de un sentimiento no correspondido, jamás se arrepentiría de sentir.
El cansancio no tardó en derrumbarlo, cayó dormido en el asiento, recostado a la puerta, confiando plenamente en Nathaniel Hicks.
Perezoso, abrió los ojos al sentir una mano colarse debajo de sus muslos, medio dormido consiguió sonreír.
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Syntax Error
RomanceTu crush no te puede pedir ayuda para conquistar a tu mejor amiga, ¿verdad? Aiden jamás esperó ese error de cálculo