Capítulo 24

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Las pulsaciones iban a una velocidad alarmante, provocando que el ruido no llegase a sus oídos, porque sus tímpanos solo oían el retumbar de sus latidos. Vacilante, dio un largo respiro para hablar, luchando por mantener la sonrisa en sus labios.

— ¿Quieres caminar de regreso a casa? — Aiden jamás había hablado con tanta inseguridad, no delante de Rosemary — Vine a salvarte de las aterradoras garras de Nathaniel — se excusó, esperando que el valor no se le escapase.

— ¿Caminar?, ¿estás loco? Estás enfermo, pero saliste a exponerte. ¿Por qué eres tan despreocupado? — La chica se levantó de su silla, palpando con el dorso de su mano, las mejillas de Aiden, corroborando su temperatura.

— No estoy enfermo — La delicadeza de su toque, la enriquecedora fragancia proveniente de su piel sin necesidad de esencias externas y la dulzura de su voz, hizo a sus ojos cristalizarse — Debemos hablar, Rose —

— ¿Hablar? — Confundida, miró su mano entrelazada a la de Aiden, jalándole delicadamente hacia él — ¿Ocurre algo? Afuera llueve, no podemos caminar, podrías empeorar —

Su relación estaba resquebrajándose, como una vasija que ya no puede contener más, simplemente iba a ceder y explotar, hasta nunca poder ser igual.

— Si no lo hablamos, en verdad va a romperse — La firmeza de su agarre borró los últimos rastros de nerviosismo — Nathaniel no va a quejarse, de todas formas, él fue el primero en irse — risueño se llevó a la chica bajó la mirada atenta de Maximillian y el adiós silencioso de Nathan.

Las pisadas eran ruidosas, las extremidades de su pantalón se habían manchado de agua, la sensación húmeda dentro de sus tenis era desagradable, sus pies parecían chapotear. Balanceó sobre el bordillo de un jardín, saltando al final del camino, libre de preocupaciones, dirigiendo la conversación, casi sacándole sílabas a Rosemary detrás de cada larga oración.

El llanto del cielo parecía haber durado cien años. ¿Cuánta tristeza derramaría en su nombre? Jugando con su paraguas transparente, lo giraba sin cesar, caminando con gracia a un paso apresurado, muy por delante de Rose, quien se escondía de él escondiéndose bajo su propio abrigo.

— Pareces más saludable — pese al murmullo que fue su voz, Aiden pudo percibirla a través de la lluvia. Rose caminaba sin prisas, alargando la tortura, ansiosa por el cambio en su amigo — Casi parece que no estes enfermo —

— ¿Hmmmm? — Aiden se giró hacia ella, deteniéndose para ir a la misma velocidad — Te lo dije, no estaba enfermo, solo deprimido... Nathaniel me subió el ánimo, me dio el empujón que necesitaba — dijo al admirar las espesas nubes, asustándose cuando una gota helada le cayó en la punta de la nariz, estremeciéndose por el golpe — Max y Cherrie también ayudaron... — con sus dedos tiró hacia arriba la sombrilla de la fémina — Igual tú, gracias por preocuparte —

Ella se encogió de hombros, aferrándose con fuerza a su paraguas — Somos amigos, es lo que los amigos hacen, preocuparse por el otro —

— Eres mi mejor amiga — Aiden asintió, dando un paso al costado, truncando el camino de Rose — Nuestra relación no es tan frágil, está llena de buenos recuerdos, rodeada de confianza y amor, entonces... ¿Tienes unas palabras importantes por decirme, Rosemary? — se inclinó, irrumpiendo en el espacio de la muchacha. Ella retrocedió en respuesta, sosteniendo la mirada hacia el suelo.

Una sombra. No era la Rosemary directa, fuerte y valiente que él conocía, era un rastro endeble, uno que podría desaparecer si le tocaba. Una extraña.

— ¿Palabras importantes?, ¿romperse? Estás diciendo muchos disparates, no de los normales, de los raros — un par de sus mechones cayeron sobre su rostro, fungiéndole como un nuevo escudo. Dio dos pasos atrás, pasando de lejos, retomando con más prisa el trayecto.

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