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18. Noche de tres

Rai veía el caos dentro del departamento. A Blake perdiendo los estribos en el teléfono, a Joseph llamando con dos teléfonos en mano y un grupo de hombres vigilando y empacando lo importante.

Wolf bajó el teléfono al notarlo, este con una leve caricia en el rostro, buscó calmarlo.

—Finge que todo esta bien y no dejes que otros sospechen. Ve a clases como siempre y al finalizar Joseph ira por ti.

Rai solo afirmó con la cabeza y se marchó obediente.

Al llegar al campus le pareció sentir que lo observaban, pero fingió no notarlo y caminó rumbo a su salón en compañia de sus amigos.

Pero con cada hora transcurriendo, la ansiedad de Rai creció abismalmente, al imaginarse que todo estaba desmoronándose sobre Blake.

Decidido, se levantó de su asiento y fue hacia un compañero de salón que podría ayudarle.

—Rai... ¿Ocurre algo? —El joven de cabellera larga y vestimentas negras, le miró curioso, al verlo congelado delante suyo.

Tras unos instantes de duda, en si confiar o no, finalmente Rai se inclinó y apoyó las manos sobre la mesa de Roberts, el chico mas astuto del salón.

—Oye, sé que tú obtuviste la mejor puntuación en las clases de informática y casi fuiste suspendido en el exámen de fin de semestre, por hackear las computadoras de los maestros.

—Si, asi fue —Sonrió Roberts, al recordar el regaño que le dieron los maestros por husmear en sus archivos.

—Necesito que me ayudes en algo muy importante. Quizá sea ilegal, pero no sé con quien mas ir —Pidió Rai.

—Por como lo dices, debe ser algo muy ilegal —Roberts se acercó mas a Rai, para hablarse en confidencia. —No será gratis, te lo digo de una vez.

—¿Sabes como transferir estados de cuentas al extranjero y a cuentas fantasmas? Y no finjas que no sabes, porque lo estudiamos en el semestre pasado. Recuerdo que la mayoria reprobó en los exámenes, excepto tú.

—Lo que me pides es delicado, un crimen que podría llevarnos a la cárcel... Uhm... Eso te costaría veinte grandes.

—¿Veinte mil? ¡Estás loco! —Rai se sobresaltó con el costo.

—Arriesgaré mi pellejo. Mi familia quedaría desprestigiada y mi padre perdería su puesto en el gobierno, si nos descubren.

—Esta bien, pagaré y juro que nunca mencionaré tu nombre si fallamos.

—Bien, no preguntaré de quién son las cuentas, aunque me hago una idea. Necesito algunos datos y una computadora portatil nueva —Solicitó el joven.

—Tengo todo en mi mochila.

—Genial. Vamos a la azotea, alli nunca hay nadie.

Rai le siguió inmediatamente tras tomar sus cosas.

*

Al atardecer, cuando ya pocos estudiantes quedaban, el maestro Evans descubrió a Rai bajando por las escaleras de la azotea. Roberts tambien venía de allá, pero pasó de largo con las manos en los bolsillos y fingiendo ignorar a Rai que se quedó cuando Evans se le acercó.

—¿Por qué ambos venían de la azotea?—Interrogó el maestro.

—Estaba hablando por teléfono porque aquí la señal es mejor. Y Roberts, me pareció que estaba fumando en la azotea... —Mintió Rai, desimulando bien. —Ya debo irme, hasta luego maestro Evans.

No pudo seguir, cuando el maestro le sujetó del brazo y lo acorraló en la pared.

—¿Qué está haciendo? —Rai no escondió su molestia.