Capítulo 5

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Por las tardes la Ciudad de México es un caos, tráfico por doquier, horas parados entre los carros, a Max le desesperaba la situación, solo tenían un día en México y sería desperdiciado por inconvenientes. Checo en cambio estaba completamente relajado, excepto cuando veía que Max se movía de un lado al otro, hasta que Max se dio cuenta de la mirada de Checo se quedó quieto.

-¿Qué?- preguntó Max rodando los ojos.

-¿Podrías relajarte un poco?- parecía que Checo estaba regañando a Max.- eventualmente llegaremos.

-Pffff tendrán que pasar 20 horas para eso- se cruzó de brazos Max.

Siempre estaba viviendo al límite, incluso cuando no tenía que hacerlo. Checo abrió la puerta del carro y se bajó en pleno tráfico, Max lo admiró con los ojos bien abiertos. 

Max comenzó a discutir si estaba loco, si quería ser atropellado o por qué tomaba terrible decisión, Checo lo obligaba a bajar del carro pero él no hacía caso, Checo abrumado decidió cerrar la puerta y comenzar a caminar entre los carros. Max no dudó ni un segundo en seguirle.

-¿Ahora qué?- renegó Max mientras seguía a Checo.

-Max te presentó reforma- dijo mientras se subían a la banqueta, al fin un lugar en el que no podían ser atropellados. Estaban rodeados de edificios, puestos de comida, el atardecer se reflejaba entre los vidrios, aún así parecía una tarde caótica.

Max tomó a Checo del hombro para no perderse entre la gente mientras caminaban a quien sabe donde. Estaba estresado, cansado, de pronto todo parecía mala idea. 

-¿Elotes?- leyó Max en un letrero en un puesto en el cual se detuvieron.

-Los vas a amar- dijo Checo mientras daba instrucciones de como quería su elote, un snack básico de cualquier mexicano, Checo conocía los gustos de comida de Max perfectamente.- a sí al güero con chile, del que pica.

-No.- alegó Max.- No chile- le dijo a la señora que estaba preparando su elote, Checo lo vio con una mirada algo fulminante- Está bien, con mucho chile- Max cambió de opinión.

Cuando Max dio la primera mordida no pudo evitar llorar por el picante, Checo se reía de él, pero no en el sentido de burla, le daba mucha risa ver como Max se enchilaba. Max empezó a relajarse y disfrutar el momento. 

A los mexicanos les encantaba Checo por una razón, era uno más, a él no le importaba estar entre la gente, convivir con ellos, comer como todos, había cierta sencillez en Checo que no muchos percibían, pero Max se estaba dando cuenta de ello con cada acción. Cuando la gente se acercaba a pedirle una foto Checo no dudaba en decir que sí, parecía estar feliz. 

Siguieron su recorrido por reforma, Max se mostraba interesado por cada parte de la ciudad y Checo se lo explicaba con emoción. Poco a poco los dos se sentían más en confianza, hacían bromas o platicaban de cualquier tontería. Max vivía su mejor vida en México.

Comieron cualquier cosa que se les atravesó en la calle, Max se enchiló unas diez veces al menos, probó más de quince sabores nuevos y tomó el brazo de Checo unas veinte veces para no ser atropellado por bicicletas, motos o carros. 

Su tour la ciudad finalizó en un bar situado en uno de los edificios con vista al museo Soumaya, uno de los museos más bonitos de la ciudad por su estructura, al ser lunes el lugar estaba solo para los dos. 

-Te aseguro que no puedo comer nada más.- dijo Max.

-Buuuuh, fracasaste como mexicano.- bromeo Checo.

Max rio, le gustaba ver a Checo siendo un alma libre al estar en su país, se le veía cómodo en cada momento, era más él. Se sentían cómodos el uno con el otro, y la conversación fluía fácilmente. Checo se dio cuenta de que se estaba sintiendo algo por Max.

Cuando llegó la comida, la devoraron con rapidez. La comida estaba deliciosa, y la compañía de Max era aún mejor.

Al caer la noche Max y Checo fueron a un departamento a pasar la noche, uno de los tantos que Checo poseía en su país y que siempre estaban a su disponibilidad

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Al caer la noche Max y Checo fueron a un departamento a pasar la noche, uno de los tantos que Checo poseía en su país y que siempre estaban a su disponibilidad. El departamento se encontraba en la zona más lujosa de la ciudad, en un edificio que destacaba de los demás, desde la terraza se veía parte de la ciudad iluminada, ya era algo tarde pero cdmx nunca descansa por lo que se escuchaba los autos pasar.

Llegando ambos se instalaron en habitaciones separadas, se pusieron cómodos y pasaron algo de tiempo a solas, el cual Max encontraba incómodo. Checo salió a la terraza a tomar un poco de aire con una cerveza en la mano, parecía estar en paz. Max se acercó para hacerle compañía.

Max se encogió de hombros y a un lado de Checo contempló la vista a la ciudad, la noche era algo calurosa.

-Vaya día, ¿no?- dijo Max con un bostezo, estaba algo cansado. 

-Si tuviéramos más tiempo te hubiera enseñado más cosas.

Había cierta tensión entre los dos, pero ninguno era capaz de descifrar que era.

-Oh está bien, algún día tendremos más tiempo- dijo Max sin saber muy bien que es lo que quería decir.

-¿Cuándo?- preguntó Checo curioso.

Max se acercó aún más a Checo.

-Solo dime y yo siempre te diré que sí- dijo Max, Checo se giró hacía él para verlo directamente a los ojos en un movimiento muy lento, misterioso incluso.

Ambos se veían a los ojos fijamente. Ninguno hacía ningún movimiento o decía alguna palabra. 

En los pensamientos de Max solo había una salida posible a esa tensión, admitir sus sentimientos, pero en los pensamientos de Checo quizá había otra mejor.

-¿Siempre Max Emilian?- preguntó Checo, lentamente deslizó su mano hasta encontrar la de Max, pero apenas hubo contacto físico.

El mundo se detenía para ambos.

Al Max sentir el ligero contacto solo pudo asentir lentamente con la cabeza apretando los labios intentando responder la pregunta de Checo.

Sin previo aviso Checo cerró la poca distancia que quedaba entre los dos.

Se besaron. 

Fue un beso largo pero tierno, Max no sabía muy bien que hacer así que solo se dejó llevar, Checo tenía el control, pues Max estaba demasiado sorprendido como para darse cuenta de los que estaba pasando.

Cuando Checo se alejó Max abrió los ojos. Checo lo miraba con delicadez, Max no lo podía creer.

 Se besaron de nuevo, y esta vez el beso fue más intenso. Checo sintió que podía perderse en Max para siempre.



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