Preámbulo

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Longtae escaló con rapidez las ramas del árbol más alto del jardín de su casa hasta encontrar la zona más abundante de follaje. Sabía que, en cuanto su madre descubriera el lugar que había elegido para esconderse, le caería una buena bronca, puesto que su progenitora sufría por el riesgo de caída. Como sabía que era imposible abatir el espíritu aventurero de su hijo, había intentado insistirle a su marido con que se construyera una pequeña casa de madera en la copa del árbol; sin embargo, Longtae se había rehusado a utilizarla, ya que consideraba mucho más divertida la escalada rudimentaria de la que acababa de disfrutar.

La intranquilidad de su madre no estaba infundada.

Su hijo ya se había roto el cúbito y el radio en una ocasión, se había pelado las rodillas más veces de las que podía contabilizar, e incluso una vez lo encontraron inconsciente en el suelo. Su preocupación se convertía en furia cuando veía que su marido estimulaba todavía más la imaginación del pequeño niño haciéndole creer que vivían en un mundo de aventuras repleto de animales fantásticos, provocando que la mente de Longtae vagara más tiempo entre quimeras que en la realidad.

Amaba a su marido y su hijo, pero confesaba que le dolía ver el espacio seguro que habían creado entre ambos y al que nadie podía penetrar; ni tan siquiera ella. Quizás se debía a la creatividad desbordada que ambos poseían, y que desarrollaban día a día con multitud de juegos que diseñaban cuando el trabajo de su marido lo liberaba de sus obligaciones laborales y le permitía dedicarse a sus quehaceres personales, deleitándose de ver en Longtae el mismo niño que él mismo había sido décadas atrás.

—Vaya, vaya, ¿dónde se habrá escondido Longtae? —canturreó su padre.

El pequeño niño ahogó una carcajada, intentando evitar que fuera descubierto. Todavía no había sido capaz de dominar lo suficiente sus emociones, por lo que la actuación en las obras teatrales de la escuela se le daban francamente mal. Aunque la política del centro escolar era que los papeles protagónicos fueran rotando entre todos los alumnos, Longtae siempre terminaba representando personajes sin guion y, a pesar de ello, el menudo mocoso cometía algún error al sonar una sonora carcajada o tropezar con el suelo.

Él no podía evitarlo cuando su mente decidía dominarlo y lo arrastraba a su universo ilusorio. Se consideraba incapaz de dejar de crear, y contextos como las obras de teatro avivaban su creatividad, imaginando tramas alternativas a los que sus compañeros estaban interpretando en aquel lugar. Resultaba imposible que no pudiera reaccionar al argumento paralelo que su cerebro diseñaba, riendo ante sus propias ocurrencias, y perdiendo completamente la noción de la realidad que se estaba desarrollando a su alrededor.

Aquella situación preocupaba a sus profesoras, por lo que había recibido diversas regañinas, e incluso habían llamado a sus padres para explicarles lo que sucedía, considerando que la desconexión de Longtae de la realidad empezaba a afectarle en sus notas. Sin embargo, el padre de Longtae había salido en su defensa, criticando los métodos herméticos que empleaba la enseñanza tradicional, y que oprimía las mentes libres.

Recordaba que cierta ocasión había desembocado en una fuerte discusión entre sus padres, provocando que su madre se ausentara durante un mes de la vivienda familiar, dormitando el pequeño algunos días junto a su padre, y otros tantos en la residencia de su abuela donde su madre estaba permaneciendo. Nunca había visto a sus dos padres más tristes ni llorar durante tantos días, por lo que el lloro se le había contagiado. A pesar de ello, el pequeño niño había optado por esconder sus lágrimas de sus progenitores, queriendo evitar que la epidemia familiar empeorase. En su lugar, se había propuesto modelar una sonrisa que se propagase hacia el rostro de sus padres cuando la vieran

Ninguno de los dos adultos le había dado una explicación de lo que estaba sucediendo, por lo que la mente imaginativa del menor había creído que un hechicero maligno había impuesto una maldición en su familia, hasta que, finalmente, sus poderosos padres habían lograrlo vencerla, reuniéndose de nuevo en la vivienda familiar como en antaño. Aun así, parecían existir algunas secuelas de la gran batalla, puesto que las discusiones entre sus padres se seguían sucediendo.

It's not the goodbye that hurts, but the flashbacks that follow (YokLongtae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora