Capítulo XI (Yok)

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Sonó su despertador, recordándole que su turno de trabajo iba a dar inicio, por lo que empezó a asearse en el baño antes de tomar la motocicleta e irse a los grandes almacenes en los que trabajaba. Como ostentaba un turno de noche, las calles estaban desprovistas de personas e incluso vehículos, ya que debían encontrarse en pleno sueño profundo.

No se acostumbraba a trabajar de noche, y la combinación con la universidad podía resultar mortal. Era incapaz de concentrarse en clase, quedándose dormido en algunas de ellas; mientras que, en otras, aprovechaba para estudiar o ir realizando las tareas encomendadas en otras asignaturas que todavía tenía pendientes. Su cabeza iba a una velocidad supersónica intentando buscar alguna otra alternativa que no menoscabara tanto su salud; pero, por el momento, no la había hallado.

Se encontraba cabreado con la situación, pero también por el hecho de que su madre y él habían discutido días atrás, sin que lo hubieran solucionado aún.

Y es que, aunque Yok y su madre tuvieran formas de pensar muy distintas, para el estudiante, su madre era lo más importante en su vida. Su protección para con ella había nacido desde que era un mero niño y, con el paso del tiempo, se había ido reforzando. Por eso no soportaba cuando discutían e incluso, aunque supiera que llevaba él la razón, se terminaba disculpando y abrazando a su madre para dar fin al conflicto que se hubiera generado entre ambos.

No obstante, en aquella ocasión estaba resultando más difícil que de costumbre, ya que su madre se negaba a demandar a la empresa para la que trabajaba, a pesar de que su accidente laboral había sido por negligencia de su empleadora. Su mano había quedado destrozada, existiendo muy pocas probabilidades de poder recuperar su movilidad al completo, y siendo muy probable que fuera despedida porque carecería de la fuerza necesaria para continuar desempeñando su trabajo. Además, su nueva condición le dificultaría más encontrar otro de nuevo.

La equiparación de derechos universal estaba lejos de ser alcanzada, y las personas con algún tipo de discapacidad eran las más olvidades en lo que a política social se refería. No sólo el bajo tanto por ciento que reflejaban de la población hacía que sus voces sonaran a bajo volumen, sino también el hecho de que era un colectivo al que se le había desprovisto de empoderamiento, dando como resultado que muchos de ellos no lucharan por sus derechos, sino que incluso prefirieran permanecer recluidos en el interior de sus casas.

El caso de su madre gozaba de alguna de esas características. Era cierto que ella siempre había sido una mujer que luchaba por ser equiparada por quienes no ostentaban ninguna discapacidad, queriéndose probar a sí misma y al resto que podía ser funcional como cualquiera ellos. No obstante, también mostraba un comportamiento dócil, en el que agradecía a cada persona que le ofrecía un puesto de trabajo, mostrando una lealtad que a Yok le parecía enfermiza.

En más de una ocasión, le había recordado que gran parte de esas empresas contrataban a trabajadores discapacitados para conseguir bonificaciones o parecer atractivas a la opinión pública, de forma que daban por finalizado los contratos cuando la campaña llegaba a su fin y ya habían alcanzado su objetivo final. Simplemente estaba utilizando al colectivo para desecharlo en cuanto tuvieran el momento oportuno para hacerlo.

En cualquier caso, tal como Yok afirmaba, el contrato de trabajo no era más que un contrato donde el empleador entregaba un salario a cambio del trabajo que prestaba el trabajador. Se trataba de dos prestaciones equivalentes y recíprocas, por lo que ninguna empresa favorecía a un trabajador pagándole por su trabajo.

Por mucho que hubiera insistido argumentando las razones por las que su madre debía demandar a la empresa para la que trabajaba, la mujer más se rehusaba a ello, afirmando que no podía lastimar de ese modo a quienes le habían ofrecido la oportunidad de trabajar. Su progenitora incluso aseguraba que su propio jefe se había interesado por su estado en persona mediante el correo electrónico que había recibido, aseverándole que podía estar tranquila, dado que su puesto de trabajo estaría a salvo mientras finalizaba tranquilamente con sus curas y rehabilitación.

It's not the goodbye that hurts, but the flashbacks that follow (YokLongtae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora