Capítulo XIV (Yok)

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Volví a pasarme (esta vez demasiado) del límite propuesto :(. Pero pensé que el encuentro Yok con Dan se merecía esta extensión y pensé que partirlo en dos capítulos le haría perder la esencia e importancia de su conversación :(.

 Pero pensé que el encuentro Yok con Dan se merecía esta extensión y pensé que partirlo en dos capítulos le haría perder la esencia e importancia de su conversación :(

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A diferencia de los grandes artistas, su especial relación con el arte no se inició en sus primeros años de vida. Si bien pintar había estado tan presente en su infancia como podía estarlo en la de cualquier otra persona, el dibujo tampoco había significado más que cualquier otro juego infantil con el que se pudiera divertir. Incluso disfrutaba más jugando al baloncesto y fútbol con sus compañeros de clase en el solar destartalado que se encontraba abandonado y donde se reunían los demás niños del vecindario, debido a la escasa inversión que había en su distrito.

Su infancia había sido feliz y, cuando recordaba momentos específicos de ella, todavía podía sonreír, rememorando el deleite del niño que había sido. Ni siquiera había sido realmente consciente en sus primeras etapas iniciales de las diferencias existentes entre él y otros niños, siendo evidentes a medida que los aniversarios se iban acumulando.

Durante sus primeros años, exclusivamente se relacionaba con los niños del barrio y su primera escuela, por lo que todos ellos procedían del mismo estrato socioeconómico, donde apenas veían a sus padres por las titánicas horas que dedicaban a un trabajo que les procuraba un sueldo miserable. Las ropas rotas y desgastadas que se heredaban entre hermanos, primos o incluso vecinos eran la tónica entre ellos, así como también el tipo de juguetes que ostentaban —si es que se tenían—, de lo más básicos, sencillos, estando bastante ausentes los que eran de contenido electrónico.

Aunque los recuerdos sobre su progenitor eran bastante escasos, sí que mantenía viva en su mente cierta imagen de sus padres mostrándose siempre alegres ante su hijo, a pesar de que estuvieran agotados por los sacrificios económicos que debían hacer para cubrir con todos los gastos familiares y el tiempo que debían invertir en su trabajo. A pesar de que su padre fuera quien acumulaba mayor número de horas, dadas las dificultades al acceso laboral con las que se encontraba su madre, su progenitora había procurado ocultar al máximo posible que su hijo se percatara de los problemas por los que estaba navegando su familia.

Nunca abandonaron sus deberes parentales. No sólo porque se esforzaron por procurarle una educación digna, sino también porque se encargaban de escucharlo, abrazarlo e incluso explicarle un cuento cada noche antes de acostarlo. Su madre se había encargado de relatarle que, a pesar de lo agotado que llegara su padre del trabajo, aquel hombre le leía diferentes historias infantiles por las noches durante aquel pequeño instante en el que le dedicaba afecto a su hijo.

Y fue así hasta su muerte.

El cambio que había experimentado con su pérdida había sido en todos los sentidos, y, probablemente, había sido la primera vez que se había sentido verdaderamente cabreado, por lo que se había empleado a pelearse con los niños de su clase sin cesar, sintiendo que le habían usurpado a su padre de la forma más vil posible, ya que tan sólo tenía seis años.

It's not the goodbye that hurts, but the flashbacks that follow (YokLongtae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora