La Profecía del Remolino || Sasuke Uchiha.|1|

015; Lagrimas de sanidad.

Capítulo 15

Título—Lágrimas de sanidad.

—Les advertí que debían rendirse—Hable apagada, teniendo a mi alrededor cuerpos inconscientes, todos apilados en el suelo—. Madre suele decirme que soy suave con las personas, parece tener la razón de su lado.

‹De mi boca solo saldrá palabra verdadera, más no palabra colmada de engaño› Su santa voz hizo eco en mi conciencia.

En ese preciso momento, un dolor punzante hizo presencia en mi corazón. Una sensación desagradable me llegó por medio del viento, en mi cuerpo se paseó una ola de calor imposible de olvidar.

—El zorro..—Susurre sintiendo la presencia de su siniestro chakra—.. pero eso, es imposible. El sello de mi padre no pudo haberse roto con esa pobre cantidad de chakra, ¿verdad, Akira-sama?

‹El sello no se a roto, sin embargo, el zorro de nueve colas a actuado, ¿sabes que significa eso, querida?›

—Él está buscando debilitar el sello de ocho trigramas con solo destellos de su chakra—Su silencio me dio la razón—. Algo malo debió detonar la inestabilidad de mi hermano menor.

⟨Naruto, no te preocupes. Tu hermana mayor, esta en camino.⟩

»◦✿◦«

Cabellos de oro volaban en la dirección que soplaba el viento, estaba de pie, sus ojos oceánicos estaban fijos en el cielo nublado, su mirada estaba perdida. No dude en seguir avanzando, al sentir la abrumante soledad que descansaba en sus hombros. Sin embargo, el crujir de los cristales en mis pies, me hizo frenar.

En silencio, sus ojos y los míos se encontraron. En los suyos se formaron lágrimas, que en su proseguir se deslizaron por su mejilla, hasta gotear al suelo.

—Aka..Akane-chan..—Su voz se quebró por el nudo en su garganta, y titubeo al avanzar en mi dirección—. Akane-chan..

—Naruto, ¿que sucedió?—Al oír mi voz, toda duda en el se esfumó, y con desesperación vino a mí. Sus brazos temblorosos me rodearon, deje caer la sombrilla. Y le correspondí—. Tranquilo, ya estoy aquí.

—Creí que.. creí que.. Akane-chan, estaba tan preocupado—Se aferró a mi hundiendo su rostro en mi hombro–punzada tras punzada, mi corazón agonizaba–. ¿Que lo traía tan angustiado?—.

Un desconsolado llanto femenino, se escucho no tan lejos de donde estábamos. Los brazos que se aferraban a mí, temblaron. Y me liberaron, en su expresión ví culpa, con aflicción él me dio la espalda, y tal fue mi desconcierto que volteé, encontrándome con una escena, que le dio sentido al extraño actuar de mi hermano.

—Él dijo que estarías triste, si era yo quien terminaba siendo herido—confesó apretando sus puños al recordar cuan impotente se sintió en el momento exacto que recobro los sentidos—. ¡Yo, trate de decirle que también estarías triste-