Cap. 25 - Ojo por Ojo

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Entonces, la superficie de Atem III tembló ante sus pies. La energía psíquica disparada en todas direcciones en forma de hondas sonoras y pequeñas descargas eléctricas perceptibles por todos a su alrededor. La hoja de la espada espada de Heldredd resistía los poderosos embistes del hacha de Kanan, aunque este tenía que usar principalmente su empuñadura para amortiguar la mayor parte del impacto pues, en un combate prolongado, su filo y durabilidad podrían verse seriamente afectados. 

Combatir contra Kanan era una... mezcla peligrosa de tecnica y fiereza. Como si estuviese luchando contra dos entidades al mismo tiempo. Un poderoso orko cuyos ataques hacían retroceder al capellán apenas unos centímetros. Y una habilidoso astarte cuya habilidad con las armas había sido pulida hasta la misma perfección. Era... aterrador. 

Pero un capellán no se deja intimidar por tales cosas. A pesar de reconocer la fuerza de su enemigo, no dudó siquiera un segundo en blandir su espada para intentar reclamar su cabeza una y otra vez en interminables estocadas y tajos que no hacía más que encontrarse con la nada, o ser bloqueados o desviados por la técnica de su oponente. 

Kanan luchaba tan ferozmente afuera como dentro de su interior. Su hacha no dudaba en alcanzar a su oponente, aunque este no tenía la menor intencion de dejarle hacerlo, y al mismo tiempo, un sinfin de emociones encontradas batallaban en su ahora verde cerebro, porque... después de todo. Nunca es fácil tener que alzar el filo de tu arma contra al que una vez llamaste compañero.

Haldredd: - Sin dudas impresionante. Puede que seas un sucio Xeno, pero reconozco a un noble guerrero cuando lo veo. - Aprobechó para recuperar algo de aliento al poder alejar a su oponente tras un forcejeo. 

Kanan: - Ustedes los astartes no saben nada. El Imperio es una mentira. Incluso la devoción que portas es un engaño. -

Heldredd: - Bestia inmunda. ¡No te atrevas a cuestionar mi lealtad! -

Esta vez, fue Heldredd quién se lanzó al ataque. Su espada arremetió con fuerza, apenas bloqueda por el filo del hacha del orko de melena blanca. Nadie... absolutamente nadie jamás cuestionaría su lealtad hacia el Imperio y hacia el Emperador. Su deboción era absoluta, su temple era férreo como la armadura que vestía o la espada que blandía. Y un sucio Xeno no tenía derecho a cuestionar sus principios. 

Kanan: - Te utilizan. Te llenaron la mente de mentiras que no eres capaz de ver. Adoras a un falso dios que no es más que un pútrido cadaver. -

Haldradd: - ¡SILENCIO! Un ser repugnante como tu no tiene derecho a menosprecior la luz sagrada del emperador. Tu muerte será lo único que redimirá tal ofenza. -

No hubo un segundo aviso. Heldradd arremetió contra Kanan una segunda vez, esta vez envuelto en cólera y desprecio. Kanan no necesitaba ver su rostro para sentirlo, pues la fuerza de sus golpes hablaban por si mismo. Aún así, podía sentir la mirada del capellán a traves de los lentes azules de su casco con forma de cadavera. La mirada de alguien envuelto en rabia y sed de sangre. Una incluso más fuerte que la suya. 

Si hubiese que describir tal combate en una sola palabra, esta sería: Brutalidad.

Justo en medio de toda la matanza, Kanan y Heldredd hacía lo imposible por cegar la vida de su oponente. Aún cuando el hacha de Kanan comenzó a experimentar el deterioro, pues la hoja cargada de poder psíquico de la espada del capellán era por mucho más resistente que cualquier invención orkoide. 

Warhammer 40k Fanfición -La Venganza del RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora