Cap. 23 - Tablero de Guerra

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Las llanuras de Aten III se llenaron con tanta sngre y violencia, como muy pocos mundos del Segmentus Obscurus había presenciado en su funesta existencia. Los meros mortales caían ante la vorágine batalla. Los campeones se enfrentaban cara a cara contra sus oponentes y los cientos de miles de guerreros que pisaban tan contaminadas tierras. Era una guerra absoluta. Una guerra digna de Warhammer 40k. Pero alejados de toda masacre, un dios caprichoso miraba con satisfacción el campo de batalla. 

Slaanesh, dios del exceso, contemplaba ancioso el campo de batalla, y como miles de vidas se perdían cada segundo. El propio dios no tenían ningún motivo aparente para estar contemplando tan alocado escenario de guerra, pues las almas de los humanos eran reclamadas pro Nurgle, dios del caos de la podredumbre, y los orkos... bueno... Eso era algo que ni los propios dioses del caos querían saber.

Aún así, y a pesar no haber ningún elder presente cuya alma reclamar, Slaanesh disfrutaba ver como su ¨juguete¨ cegaba tantas vidas en pocos minutos de batalla, y la repentina aparición de ese capellán de los Templarios Negros prometía una actuación digna de apreciar. Sin embargo, lo que menos se esperaba este ente tan poderoso, sería una inesperada visita. 

Slannesh: - Bueno, bueno. Debo decir que es toda una sorpresa. Nunca esperé que alguien como tu se dignase a visitar mis alegres tierras, dios del caos Tzeentch. -

En esta ocación, el dios del exceso tenía un porte más masculino, y su voz era la de un poderoso gladiador romano, pero siempre portaba extraños elementos que, sin importar lo apuesto que se mostrase, daba esa senzación de incomodidad a cualquiere...

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En esta ocación, el dios del exceso tenía un porte más masculino, y su voz era la de un poderoso gladiador romano, pero siempre portaba extraños elementos que, sin importar lo apuesto que se mostrase, daba esa senzación de incomodidad a cualquiere que estuviese en su presencia. 

Tzeentch: - Créeme. No es de mi agrado venir a tan desfachatoda materialización de la disformidad. - Cómo siempre, el dios del caos del cambio y el conocimientos, se mostraba con un aire ostentoso y un vocabulario exquisito. 

Slannesh: - Oh... ¿Viniste a burlarte de mi humilde morada y deceas que te arranque la cabeza? ¿O vienes a por algo más? - 

Tzeentch: - Puedes yacer tranquilo en tu trono de lujuria. Hoy no tengo intensiones algunas de remover tu comodidad. Si hay un motivo por el cual venga a tal lugar alejado de cualquier fuente de sabiduría, es por mera curiosidad. -

Slaanesh: - Mmm. Y se puede saber que... despertó la curiosidad del ¨gran dios del caso Tzeentch¨en mis dominios. -

Tzeentch: - No en tus dominios exactamente. -

Fue entonces que Slaanesh se dió cuenta. La vista del invitado no deseado se posó sombre el campo de batalla de Atem III, más específicamente, sobre el orko de melena blanca teñida de carmesí en el fragor de la batalla. 

Warhammer 40k Fanfición -La Venganza del RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora