Cap. 27 - De las Ascuas al Fuego

77 18 4
                                    

------------------------------------

Podcast disponible en YouTube:

--------------------------------------

El estado de aturdimiento en el que Kanan se encontraba le impedía hacer cualquier cosa. Estaba mareado, desorientado, incapaz de saber lo que ocurría a su alrededor. La herida sobre su hombro dolía, pero eso era insignificante comparado con el potente dolor de cabeza por el cual estaba sufriendo. 

El dolor era tan fuerte que sus ojos no podían ni enfocar sus propias manos, su nariz era incapaz de percibir cualquier tipo de olor, su lengua estaba entumecida, y sobre sus extremidades tenía esa carrasposa sensación como cuando se te corta la circulación. Y no era para menos pues, a diferencia de transportar la conciencia hacia la disformidad, transportar todo el cuerpo era una experiencia mucho más traumática. 

Kanan alzó la mirada, pero fue incapaz de comprender lo que veían sus ojos. Justo a su lado, cargando su brazo derecho se encontraba Murrey, pero este estaba un una especie de estado de... petrificación o algo similar. Su color era más opaco, como si hubiese sido repentinamente convertido en piedra o paralizado en el tiempo. 

La mano del kaudillo miraba al frente, con sus fauces abiertas como si se hubiese congelado en el preciso momento en el que estaba dando una orden o al go similar. Pero no era el único. 

A su alrededor, se encontraban al menos cien de sus nobles, los cuales aún parecían estar luchando contra un enemigo que no podía ver. Todos, congelados en el tiempo como si se tratase de una foto. E incluso se podían ver aquellos de más atrás dados vuelta disparando sus bolters, mientras el propio fuego y las balas que sus armas escupían también se habían congelado en el tiempo. 

Kanan miró todo ese espectáculo más con asombro que con miedo. De cierta forma era.... hermoso a su estilo. Nunca antes pudo ver a los pieles verdes con tanto detalle, con tanta... fascinación. Pero lamentablemente, su curiosidad no iba a durar mucho. 

Slannesh: - Bueno... Bueno... bueno. Pero mira nada más a quién tenemos aquí. Si no es otro que el campeón de Atem III. -

Kanan: - ¿Qué has...? ¿Cómo es que? -

Slannesh: - ¿Sorprendido? Tranquilo, mi pequeño juguete. No sucumbas ante el miedo al ver mi poder. -

Kanan: - ¿Cómo es que...? ¡La guerra! ¿¡Qué pasó con la guerra!? -

Slannesh: - Oh, mi pequeño juguetito. No te preocupes por eso. Aquí estas a salvo... conmigo. -

Kanan: - ¡REGRÉSAME AHORA MISMO! ¡MIS TROPAS! ¡MIS TROPAS ME NECESITAN! -

Slannesh: - Oh, mi pequeño juguete. No te preocupes. Esos apestosos pieles verdes no merecen tu fabulosa presencia. -

Kanan: - ¡CÁLLATE Y REGRÉSAME AHORA MISMO! -

Slannesh: - ¡SILENCIO! -

Puede que por su actitud seductora y su dulce voz Kanan olvidara ocasionalmente con quin estaba tratando, pero tratar de imponer la voluntad sobre el dios del exceso nunca era una buena idea. A diferencia de los otros dioses del caos, Slannesh era el que menos paciencia solía tener, y nada lo enfurecía más que una hormiga intentando parecer un león. O al menos así lo veía en dios. 

Kanan también podía reconocer el peligro con su simple presencia. En un instante, pudo sentir la furia de Slaneesh recorrer su cuerpo, y su instinto le dijo que era mejor quedarse callado si quería salir vivo de esta. Y ante su acertada conclusión, el dios del exceso se mostró complacido y sonrió. 

Warhammer 40k Fanfición -La Venganza del RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora