Cap. 44 - El Regrezo del Primarka

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(Las faltas de ortografía en el nombre del capítulo son intencionales)

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En la infinidad del espacio. Allá, en el oscuro vacío donde la humanidad ya se había dado por vencida, un halo plateado atravesó el espacio-tiempo, uniendo dos puntos tan distantes en la galaxia, que su simple implicación era imposible de entender hasta para las mentes más brillantes del Adeptus Mechanicus. 

Una nave aeldari emergió desde las profundidades de la telaraña. En su interior, cargaba con el peso y posiblemente el futuro de esta galaxia en llamas. Las esperanzas de más de una raza compartidas, aunque puede que ni ellos mismos supieran del peso que cargaban sobre sus hombros para los anales de la historia. 

Lith: - Así que... ¿Este es el lugar? -

Kanan: - Eso parece... -

La respuesta del kaudillo no mostraba mucha seguridad, y por buen motivo. Sus coordenadas eran correctas. No había ningún tipo de error o malfuncionamiento de las consolas de la nave. Ante ellos se mostraba el basto planeta de Atem III una vez más, pero su aspecto era completamente diferente. 

Lo que antes era un mundo cubierto por una densa capa marrón de polución, ahora se mostraba ante sus ojos como una hermosa esfera verde. Los vastos bosques eran visibles desde la misma órbita de Atem III, y su cielo era tan limpio como las aguas cristalinas de una caverna subterránea. Sus océanos eran bastos y cubrían apenas un tercio del planeta, pero era más que claro que Atem III ahora estaba... vivo. 

Kanan sabía de las esporas orkas, y como estas pueden terraformar un planeta con el tiempo... Pero eso fue demasiado rápido. Mínimo se necesitarían un par de años para que hubiese un cambio tan radical en un mundo tan contaminado como era Atem III. Lo único que podía responderse a si mismo para aclarar sus dudas era que las esporas producidas por sus chikos eran más agresivas y adaptables. Después de todo, apenas había pasado un mes desde que Slaanesh los raptó del campo de batalla. 

Haleth: - Necesitamos ubicar una zona segura para aterrizar. Descender a órbita a ciegas sería una imprudencia. -

Kanan: - Estoy de acuerdo. - Que el kaudillo no refutase su planteamiento dejó al exarca bien asombrado. - Los mundos terraformados por las esporas orkas no pueden tomarse a la ligera. Un grupo de exploración debe descender y asegurar una zona para el desembarco. -

Haleth: - Las naves de transporte pueden llevarnos a mi y a algunos de mis hombres a explorar. Pero no son suficientemente grandes para que los orkos puedan ir en ellas. -

Kanan: - Lo entiendo... Pero estoy seguro que mis chikos no estarán de acuerdo en quedarse atrás mientras ustedes se llevan toda la diversión. -

Haleth: - ¿Diversión? ¿Es en serio? - Solo pudo suspirar ante la imprudencia de los orkos. - ¿Y bien? ¿Cómo planean descender sin comprometer la integridad de la nave? -

Kanan no respondió de inmediato. Su mente se perdió en sus pensamientos, pues esa era una pregunta para la cual no tenía una respuesta. Sus ojos se quedaron abiertos ante la inmensidad del espacio que se mostraba por las ventanas de la nave, mientras su cerebro buscaba una forma de llegar a tierra. Cuando de pronto, algo extraño se cruzó frente a su mirada. 

Kanan salió del estado meditativo en que se encontraba, siguiendo con la vista un pedazo de metal que flotaba tranquilamente sobre la órbita de Atem III. Un fragmento de metal que guió su mirada hacia los miles de escombros que quedaron orbitando sobre el planeta, testimonios de la cruenta batalla que se produjo en el pasado. 

Warhammer 40k Fanfición -La Venganza del RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora