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Las semanas pasaban y yo seguía en mi realidad, no aguantaba más.

Más allá de que me dolía tanto extrañar a Mateo, también las necesitaba a mis amigas y el poder tener paz.

Mi vida se iba cayendo en picada, ya ni siquiera mantenía las buenas notas, no me importaban. Era como que cada vez se ponía más difícil todo.

¿Se acuerdan de Juan? Para mi mala suerte, en esta realidad también estaba. No tenía idea el por qué de eso, pero me dolía mucho.

Mi papá se volvió a borrar lugo de que me fui de su casa en cuanto terminaron las vacaciones de invierno, mi hermano lo hizo con él.

Lo único que me alegraba de vez en cuando era mi pasión por el fútbol, y que River haya ganado la Liga ayudaba mucho. Otra cosa que me distraía era Trueno. Pero ya no era lo mismo, él era Trueno, no era mi Mateo, al que tanto adoraba y extrañaba. 

Soñaba cada noche con él, lo lloraba cada vez que lo pensaba, mi vida se basaba en intentar shiftear para reencontrarme con él, con el amor de mi vida. No necesitaba más que eso.

Estaba más sola que nunca, cosa que hizo que vuelva a mis problemas alimenticios, los mismos por los que me retaban Mateo y Pedro, a ellos sí les importaba. También comencé a autolesionarme, y aunque lo intente, no podía dejar de hacerlo. Era adictivo ver aquellas marcas en mis brazos, no era más que un circulo vicioso.

Claramente, estaba de mal en peor, y no había remedio a aquello, por lo menos no en esta realidad.

—Hija, ¿podemos hablar? —Entró mi mamá a mi pieza, sacándome de mis pensamientos.

—¿De qué? —Pregunté seria.

—De vos, Emi —La miré confundida, sin cambiar mi seriedad. —. Estás mal.

—Ya lo sé, ¿recién te das cuenta? —Vi una lágrima rodar por su mejilla ante mi respuesta.

—¿Por qué estás así? —Preguntó con la voz algo cortada, al no contestarle, pasó su mano por mi brazo en forma de caricia, haciendo que haga una mueca de dolor ante su tacto en mis cortes. —¿Me podés contar?

—No, no puedo —Respondí finalmente. 

—¿Por qué no podés?

—¡Porque no quiero! ¿Si? Dejame en paz, ya bastante hiciste —Grité y ella se sorprendió.

—Yo no te hice nada —Y ahí volvió aquella Daniela de siempre, la orgullosa que nunca se haría cargo de nada.

—No, es verdad. Vos nunca hacés nada, ¿no? —Dije irónica. —¿Sabés qué? Mejor andate —Hablé sintiendo lágrimas asomarse. 

—Está bien, hacé lo que quieras —Terminó de decir y salió de la habitación, dejándome, otra vez, sola.

Apenas cerró la puerta, me tiré en la cama a llorar, cosa que hacía seguido. Ya nada me ayudaba y nada mejoraba. 

En resúmen, todo se me había ido de las manos y ya no había nada que hacer.

Me desperté cagada de frío, me había quedado dormida en medio del llanto, sin ni siquiera taparme

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Me desperté cagada de frío, me había quedado dormida en medio del llanto, sin ni siquiera taparme. Aunque haya dormido varias horas, sentía el cuerpo cansado, no hice más que lo que intentaba todos los días y anhelaba tanto, shiftear.

Estaba muy desconcentrada, no lograba despejar mi mente, los brazos me dolían, la cabeza también.

Me senté en la cama, con mis brazos entre mis piernas, realmente me sentía muy mal. Tenía hambre, pero no podía permitirme comer, tampoco tenía las ganas de cruzarme a mi mamá y su novio en la cocina, no tenía ni idea la hora, pero escuchaba sus voces.

Como era viernes, ya de noche, podría hacer lo que quiera en la noche sin que nadie me diga nada.

Escuché pasos cerca de la habitación y luego la puerta de la habitación de mi mamá abrirse y cerrarse, indicando que ya se habían ido a acostar. Aproveché para levantarme y salir un poco de mi habitación.

En cuanto empecé a bajar las escaleras sentí un mareo, claro que el no comer tenía sus consecuencias, me las sabía de memoria, ya las conocía. Seguí bajando como pude y me acosté en el sillón.

Estaba angustiada, lloraba sin control, me sentía vacía. Ya no tenia nada, no tenía a mi familia, ni amigos, ni a él.

Me mataba por dentro no tenerlo, y aunque no me haya dado cuenta, por fuera también.

Entre sollozos, aquellos cajones llamaron mi atención, sabía que no debía, pero por impulso fui a buscar aquel cúter tan filoso. En cuanto lo encontré, me dirigí al baño, donde me puse frente al espejo.

Realmente no me reconocía, tenía ojeras, los ojos hinchados y rojos, despeinada, se notaban los kilos que había bajado.

Comencé a pasar aquel cúter por mi brazo, sin pudor alguno, solo lo hacía.

La sangre comenzó a invadir mi brazo, me tiré a llorar en el piso.

Claro que lo hacía por mi propia cuenta, nadie me obligaba, pero el hacerlo dolía más que los propios cortes.

Metí mi brazo debajo del agua fría y coloqué papel higiénico sobre las lastimaduras para detener el sangrado, luego de eso me fui de nuevo a mi habitación, donde me acosté a sobrepensar, como vivía haciendo.

—¿Cuánto más tengo que vivir así? —Pregunté para mí misma, viendo las cicatrices en mi brazo.


𝐒𝐡𝐢𝐟𝐭𝐢𝐧𝐠 ─𝐓𝐫𝐮𝐞𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora