XV. Hasta que te conocí

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Mi valor moral me decía, "Sam no seas bobo" no le hagas daño a Aarón, pero mi valor emocional me decía, "Si tú estás feliz que se joda el resto".
Pensé y sobrepensé la situación cuando me recostaba para dormir, o cuando simplemente escuchaba música que con sus letras indirectamente me decían traidor, quizá lo mejor era no liarse con Fera, pero cada vez que hablaba con ella todo seguía igual, por más que yo intenté no tener interés alguno en ella, ella me demostraba atención, confianza, y sobre todo me otorgaba su tiempo.

Mano no sé qué hacer, una parte de mí quiere liarse con Fera pero la otra parte ética me suplica que no.
- Hazle caso a tu corazón, siempre le has hecho caso a tu pene y esta vez te noto como un niño. Un niño que siempre habla con bondad y refleja en sus ojos el inmenso e impredecible mar de emociones, todas sanas, todas sin alguna perversidad, ese eres tú, así te veo a ti, parece que te estás enamorando de verdad, sólo escucha a tu corazón.

Luego de esa charla con mi amigo de toda la vida Jairo, me sentí más tranquilo por momentos, en el fondo tenía razón, era tal vez la primera vez en la que estaba empezando a sentir algo tan bonito en esta edad. Hace un par de años también sentí lo mismo, pero no puedo comparar a un Samuel niño con un Samuel más pensante, Fera no era la primera chica que me demostraba tal interés, tal atención, todo eso ya lo había vivido antes y fue bonito.

Mi corazón estaba entusiasmado por concebir la idea de intentar algo con ella, pero mi mente que en ese momento fue más fuerte hizo caso omiso a las plegarias del corazón y perduró la razón.
Decidí dejar de lado lo que estaba empezando a sentir, y me enfoque en lo que realmente debería estar haciendo a mi edad, estudiar.

Saqué buenos promedios en las notas semanales y mensuales que me hicieron seguir permaneciendo en el aula selección y estuve en plena paz con mi yo intelectual.

"Hasta que te conocí...".
Esa icónica canción de Juan Gabriel empezó a sonar con mayor frecuencia por cada sitio que pasaba en las semanas posteriores, ya sea en el transporte, en la casa de algún vecino, o el mismo boulevard del paradero teléfono dónde al paso un señor vendía discos musicales.

Quizá esa canción era un presagio de lo que iba a suceder y que podrás leer querido(a) lector(a) en los próximos capítulos.

A Bela ea FeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora