Cegada por el amor

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Narrador: Bryn


Volvieron a pasar varios días. Una semana, tal vez.

Había estado buscando el momento perfecto para decírselo, pero no lo había encontrado. Y cuando se me presentaba la oportunidad, no tenía el valor para hacerlo.

No podía seguir así. Tarde o temprano se iba a acabar enterando, y quería que fuese por mí.

Le había rogado a los demás que no le dijesen nada a él, ya que sentía que era algo que debía decirle yo. Algo personal entre él y yo, pero no sabía cuánto tiempo podrían estarse con la boca callada.

Hoy, haría otro de mis muchos intentos por decírselo, el cual seguramente acabaría en intento fallido, como siempre.

Me desperté esa misma mañana con la sensación de alguien acariciando mi rostro.

Al abrir los ojos, lo vi, acariciándome con dulzura.

A su lado, había una bandeja con un desayuno preparado. Eran unas tortitas con mermelada, rodeadas de frutos rojos y acompañadas de lo que parecía ser un zumo de naranja. Junto con unos cubiertos.

Me incorporé, sorprendida por lo que veían mis ojos.

—¿Lo has hecho tú? —pregunté asombrada.

—No, si yo soy un inútil en la cocina. Parece que no me conocieras.

Sonreí y lo miré.

—¿Y qué te dio ahora por traerme el desayuno a la cama?

—¿Y por qué no?

Lo abracé y le di un beso en la mejilla.

—Gracias —susurré sonriente.

—De nada —contestó colocando su mano sobre mi cabeza y besando mi frente.

Últimamente había estado muy insistente con besarme en esa zona.

Y tal vez eran paranoias mías, pero estos días anteriores, había estado muy detallista, más de lo normal. Parece que lo que sea que haya hecho Ángela había funcionado.

Agarré el cuchillo y el tenedor y empecé a comer, con cuidado de que no se me cayese nada fuera de la bandeja.

—¿Te gusta?

—Sí. ¿Tú no comes nada?

—Nunca desayuno.

—Pero el desayuno es la comida más importante del día.

—Ya, pero de momento no me he muerto, así que... —comentó levantándose de la cama.

—¿Ya te tienes que ir otra vez? —dije desanimada.

—Sí, intentaré no tardar. Luego quiero decirte algo.

¿Decirme algo? ¿El qué? ¿Por qué no me lo decía ahora?

—¿Decirme qué?

—Una cosa, no es nada. Tú sigue comiendo sin preocuparte, ya lo sabrás luego —respondió dejando un beso sobre mi cabeza para al poco rato salir de la habitación.

Seguí comiendo, con la mente pensante.

¿Qué quería decirme? ¿Y si había pasado algo?

O peor, ¿y si alguien le había contado que estaba embarazada?

Pero, no se veía enfadado, al contrario, estaba muy tranquilo. Era como un Nico dos.

Esto era muy raro, y no me gustaba.

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