Cambiando por amor

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Narrador: Ángela


Estaba en mi habitación, preparándome mentalmente para lo que iba a hacer.

Eran las 4 de la tarde.

Yuna ya me había echado un sermón por no haberle contado a Xiao lo de Liam. Y no solo a Xiao, sino a todas las personas cercanas a él.

Pero era algo delicado, más que nada porque yo sabía la verdad. Yo sabía quién había matado a Liam y por qué, pero las dos acordamos no darle ese detalle a la gente.

Decidí que los primeros por los que debía empezar eran Carla y Xiao.

Les escribí a ambos pidiéndoles que viniesen a mi cuarto.

Aparecieron al poco rato en mi puerta y los invité a pasar.

Los senté en mi cama y me situé frente a ellos, de pie.

Esto no iba a ser fácil. Aún no había dicho ninguna palabra y ya estaba caminando por la habitación, nerviosa, estudiando en mi cabeza qué era lo que iba a decirles.

—¿Estás bien? —preguntó Carla extrañada.

Me paré en seco y la miré, luego suspiré.

—A ver, tengo algo que contaros a los dos. Y es algo bastante delicado...

—¿El qué? —insistió Carla.

—Es sobre Liam...

—¡¿Le ha pasado algo?! —exclamó Xiao levantándose de la cama.

Yo asentí sin decir ninguna palabra.

—¿Qué le pasó? —susurró Carla con preocupación.

Tomé aire y me preparé para lo que se venía.

—Ha muerto.

Los dos se quedaron de piedra. A los pocos segundos dijeron al unísono:

—¿Qué?

Puede que soltar la bomba desde el inicio fuera una mala idea. Ni siquiera les había dicho cómo había muerto.

—¿Cuándo ha muerto? ¿Qué le ha pasado? ¿Dónde ha muerto? —Xiao me soltó un montón de preguntas.

—Encontraron su cuerpo ayer, al parecer lo asesinaron, pero no se sabe quién fue.

Los ojos de ambos empezaron a ponerse llorosos. Hice lo posible para que a mí no me pasase lo mismo, pero fue inevitable.

—Seguro que ha sido mi padre... —se lamentó él cubriéndose el rostro con una mano.

—¿Tu padre? —dijo Carla extrañada.

—Sí, me acuerdo que se enfadó mucho el día que me besé con él...

Su padre, qué gracioso...

—Voy a ir a hablar con él. Ahora no me voy a quedar callado.

Empezó a caminar hacia la puerta y vi cómo por su mejilla resbalaba una lágrima.

No podía dejar que fuera con su padre. Él no había hecho nada.

Y si Xiao lo encaraba por algo que él no hizo, seguramente no acabaría bien.

Lo agarré por el brazo, tratando de detenerlo.

—¡Espera! —grité intentando que entrase en razón.

Él me apartó y siguió caminando hacia la puerta.

Ante la desesperación, le grité de nuevo, más fuerte que antes.

—¡No hagas nada! ¡Tu padre no ha hecho nada!

Cegada por el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora