Parte 1: De vuelta en la ciudad

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Narrador: Bryn


Me desperté al día siguiente, en mi habitación, en mi casa, en mi antigua vida.

La noche anterior había sido una locura. Mi padre me llevó junto mi madre y en el camino no paraba de hacer preguntas.

Sabía que si no hablaba sería peor, así que solo me limité a decirle que me habían secuestrado y que conseguí escapar, nada más.

Supongo que la cara de shock que tenía en ese momento le dio a entender que no quería hablar del tema.

Cuando llegamos a casa de mis padres, mi madre me abrazó entre lágrimas. Le correspondí el abrazo, triste.

Cuando por fin se calmó empezó con las preguntas, al igual que mi padre minutos antes.

Me preguntó, específicamente, qué eran las cosas que tenía a lo largo de mi cuello. Supongo que ella no podría pensar que eran chupetones, pensaría que eran marcas de golpes.

Yo no quería hablar del tema, no solo porque ya no podría ver a Brack en una temporada, sino porque sabía que si les decía la verdad, no les iba a gustar.

Les dije que no me sentía bien, que no quería hablar y les pedí que por favor, me dejasen irme a mi casa.

Ninguno quería dejar que me fuera, pero no podía, tenía que irme, necesitaba estar sola.

Al final accedieron, pero con la condición de que me acompañase un policía, amigo de mi padre, a casa. No querían que me pasase algo otra vez.

Mi madre agarró una copia de las llaves de mi casa y me las dio. Cómo no, ella siempre tan predictiva.

Cogí las llaves de mala gana y volví a mi casa, acompañada por el policía.

Tan pronto llegué me tumbé en mi cama y cerré los ojos esperando a quedarme dormida.

A la mañana siguiente, a las 9 y media, todavía seguía procesando todo lo de la noche anterior. No pensé acabar el día así.


Me levanté de la cama y empecé a pasear por la casa, mirando todo con detalle.

Sentía todo tan vacío, tan solo, tan triste, y creo que no era por la casa en sí.

Me sentía sola otra vez, atrapada en una vida que no me hacía feliz.

Solo había una cosa que me tranquilizaba. Que él volvería a por mí, algún día.

Cuando me di cuenta, estaba en la habitación de mi hermano. Había llegado allí inconscientemente.

Vivir con él era una de las razones por las que me sentía feliz. Hace años, claro.

Me senté en su cama y por primera vez en mucho tiempo, pensé en él, en todos nuestros momentos juntos.

Gracias a él pude hacer cosas que mis padres no me hubieran dejado hacer nunca, puesto que él me cubría.

Y también me ayudaba cuando lo necesitaba, no sé qué habría hecho sin él.

Cegada por el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora