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Bruno se encontraba sentado en el sillón, con las manos cubriéndose el rostro. La verdad era abrumadora, como adentrarse en un laberinto donde estaba seguro de que saldría por el camino correcto, pero al final terminó en un caos sin salida.

Gonzalo apareció por la puerta con un vaso de agua y se lo ofreció a su hermano.

— No quiero, gracias.

— Solo tómalo. — respondió Gonzalo, tomando asiento a su lado.

Bruno rodó los ojos y dejó el vaso sobre la mesa. Ambos guardaron silencio. Gonzalo miraba al frente, esperando que en algún momento Bruno rompiera el mutismo por voluntad propia. A pesar de su molestia, no iba a forzarlo a hablar. Bruno continuaba recordándose a sí mismo lo idiota que había sido, incapaz de apartar de su mente el rostro lloroso de Patito. Finalmente, frustrado, soltó un gruñido y volvió a cubrir su rostro.

— Soy un idiota.

— Sí, lo eres.

Bruno asintió con la cabeza y Gonzalo sonrió.

— No debí dejarme llevar por esa idea tan...

— Infantil y patética. — completó Gonzalo, y Bruno giró la cabeza para mirarlo.

— Soy lo peor, ¿sabes? No creí que esto llegaría a este punto. Solo era un juego, una tontería de niños, pero nunca pensé que yo... — guardó silencio.

Gonzalo observó a su hermano con una mirada aguda.

— Bruno, de casualidad... — Bruno lo miró. — ¿Te gusta Patito?

Hubo un instante de silencio tenso. El corazón de Bruno latía con fuerza, y la calidez en su pecho se extendió hacia su rostro, ruborizándolo involuntariamente.

— Sí. — respondió Bruno, sorprendiendo tanto a su hermano como a sí mismo.

— ¿Realmente te gusta Patricia Castro?

— Sí, Gonza. Yo, en algún momento, comencé a mirarla con otros ojos. Ella realmente me gusta, y mucho.

Gonzalo asintió con la cabeza y bebió el agua de su vaso. Aunque no le sorprendía del todo, escucharlo directamente de la boca de Bruno todavía resultaba impactante.

— ¿Vas a gritarme y reclamarme por lo que hice?

Gonzalo negó con la cabeza.

— No, pero sigo molesto contigo. ¿Cómo se te ocurre hacer algo tan infantil? Bruno, sabías de antemano que a Santiago le gustaba esa chiquilla antes de que tú lo notaras. ¿Y todo por Antonella? En verdad, pensé que eras más inteligente que eso.

— No creí que esa chiquilla me haría sentir así. Estaba cegado por querer ver a Antonella suplicar por mi atención, pero nada fue así. De hecho, cuando Anto empezó a seguirme, no sentí lo mismo que antes porque Patito estaba ahora en mi vida.

Bruno se levantó y pasó su mano por el cabello; Gonzalo lo siguió con la mirada. Su hermano caminó hacia la salida con la mochila en la mano.

— ¿Qué haces?

— Voy al colegio, necesito hablar con Patito y pedirle perdón.

Gonzalo se levantó de inmediato y salió corriendo tras Bruno, ya que este se fue sin esperar una respuesta. Bruno caminaba con prisa hacia el colegio, sin tener claro su objetivo, pero con la necesidad de ver y hablar con Patricia de manera más tranquila, sin la tensión del ambiente circundante. Escuchó los pasos detrás de él y se giró, mirando a Gonzalo.

— Ni creas que te voy a dejar solo en esto. La cagaste, pero eres mi hermano.

Bruno le sonrió levemente, y ambos continuaron juntos hacia el colegio. El corazón de Bruno palpitaba con fuerza, sintiendo la urgencia de enfrentar la situación y disculparse con Patito, a pesar de la carga emocional que pesaba sobre él. La imagen de Patricia estaba grabada en su corazón, intensificando aún más su sensación de culpa y necesidad de redención. Cada paso que daba hacia el colegio era un recordatorio palpable de la magnitud de sus acciones.

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