Capítulo 22.

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Scarlet

Luego de pasar unas horas escuchando música con Alex y Eva, decidimos hacer una tarta de manzana. Y aquí nos encontrábamos, entrando a la cocina mientras nos poníamos los delantales.

— ¿Scar, podrías hacer un nudito en mi delantal? —me acerqué a Eva por detrás y luego de hacer el nudo le dí un pequeño beso en el hombro.

— Vayanse a un hotel por dios —bromeó Alex pasando a nuestro lado y yo solté una carcajada.

— La envidia es mala Alex —le susurró Eva y mi hermano nos miró con mala cara.

Tomamos la harina, un poco de mantequilla, algunas manzanas cortadas en trozos, zumo de limón, canela y mucha azúcar. Y noté que Eva tenía una sonrisita triste en su rostro.

— Ey, Evvie, si no quieres podemos hacer otra cosa —susurré acercándome a ella.

— N-no, es que...

— ¿Qué pasa?

— Cuando pequeña recuerdo que mi papá me llevaba a un manzanal cerca de casa, recolectábamos muchas manzanas y luego mamá nos hacía una deliciosa tarta —explicó y yo puse mi mano en su mejilla— y me trae recuerdos.

— Pues haremos la mejor tarta de manzana del mundo —dije animandola y ella soltó una carcajada que hizo que sus mejillas se sonrojaran.

— Scarlet, la cocina no es lo nuestro.

— Me ofendes Eva.

Buscamos un tutorial en Google y nos pusimos manos a la obra.

— ¡Scarlet, trae las malditas manzanas! —gritó Eva sonriente.

Stella nos miraba atenta desde la mesa mientras dibujaba garabatos en su cuaderno.

«Esa niña amaba el arte»

Y no la culpo, yo pienso que la vida es arte por todas partes. El cielo, los atardeceres, la música, el olor de las flores, el canto de los pájaros, el mar...

Y es que aveces mientras más simple es una cosa más hermosa es.

Aunque sus garabatos no eran simples, más bien, poco entendibles.

Ya habíamos hecho la tarta y la metimos al horno, estábamos cansadas. Eva estaba limpiando cuando siento que me llama.

— ¡Scar, corre ven aquí! —gritó y le guiñó un ojo a Stella, yo me acerqué intrigada.

¿Y que hizo?

Pues la maldita me lanzó un puñado de harina a la cara.

— EVA MARX, ¡pienso matarte! —grité y ella se acercó a mi oído.

— Ya eso lo vemos esta noche cariño. 

«Será maldita»

Yo me sonrojé un poco, pero eso no impidió que comenzara una guerra de harina.

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