2 | 𝑬𝒔𝒕𝒂𝒔 𝒍𝒐𝒄𝒂?

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Bill

Esperaba ansiosamente a Tom en la esquina solitaria de una calle abarrotada, mi mirada perdida en la hermosura de una chica que se desvanecía entre la multitud. Me preguntaba: ¿Era una desconocida que no sabía de mi existencia, o una fan que fingía no reconocerme? Solo el tiempo me diría la verdad. Si mi número privado se filtraba, entonces sabría que era una seguidora.

Perdido en mis pensamientos, el chirrido de neumáticos contra el pavimento me devolvió a la realidad. Me di la vuelta y ahí estaba Tom, salido de una película de espías con sus gafas oscuras y su sudadera negra. "Siempre tan dramático, Tom", pensé mientras me acercaba al auto. Abrí la puerta y me deslicé dentro del vehículo con una agilidad que sorprendió incluso a mí. Tom me tendió una mano, en la cual descansaban unas gafas de sol tan horribles como las suyas.

— Tienes horribles gustos. –Le recordé con desdén mientras me ponía las gafas con resignación.

— Qué tal tu supuesta cita? –me preguntó con una arrogancia que me irritaba

— Te importa? –le respondí con un tono igual de desagradable. Cada vez que intentaba entablar una conversación con una chica, Tom encontraba una forma de burlarse de mí.

— No te fue tan bien?, no te molestes conmigo –Hizo un falso berrinche, frenó el auto, se giró para verme, y yo hice lo mismo que el, arremedándolo y después me enseñó el dedo de en medio

Me quejé con disgusto, el se comenzó a reír; Desvié mi atención hacia el interior del auto, buscando su teléfono. Cuando por fin lo encontré, lo tomé rápidamente y empecé a explorar su contenido.

— Qué buscas...? –preguntó con curiosidad mientras volvía a poner el auto en movimiento.

— A tu mamá –Le respondí. —Tenemos la misma – me contestó

— Ya lo sé, deja de fastidiar. –le repliqué, golpeándolo en la cabeza de tal manera que sus gafas se cayeron. No pude contener la risa al ver cómo las gafas colgaban de su nariz.

— Ya, relájate. –Añadió mientras se reacomodaba los lentes

Entonces baje la mirada al teléfono y busque un número desconocido... Lo encontré!, saqué un bolígrafo de mi chaqueta y comencé a anotar su número en la palma de mi mano. Después de terminar, devolví el teléfono a su lugar original. Tom me miró de reojo y sonrió.

— Tu teléfono se quedo sin batería? –preguntó, incrementando la velocidad del auto. Miré mi reloj de pulsera y me di cuenta de que estábamos llegando tarde al hotel donde nos reuniríamos

— Ajá, ve despacio. –le sugerí mientras me ponía el cinturón de seguridad. —Siento que voy a morir algún día cuando tu estas al volante. – agregué, abrochando el cinturón.

Tom no respondió, pero continuó a la misma velocidad hasta que llegamos al hotel donde nos quedaríamos hasta el siguiente domingo. Un miembro del staff reconoció el auto y nos guió hacia la entrada. Tom y yo asentimos y rápidamente rodeamos el escenario. Unos hombres vestidos de negro abrieron el estacionamiento y entramos. Tom apagó el auto y salió primero, seguido por mí. Cerramos las puertas al mismo tiempo y nuestro manager corrió hacia nosotros, comenzando a hablar frenéticamente. No presté atención a sus palabras, estaba mirando mi mano, memorizando el número de esa chica desconocida...





Amber

Me encontraba en la entrada de la majestuosa casa de mis abuelos, inmersa en un mar de dudas. Me cuestionaba si debía entrar y compartir la cena con ellos; nuestras conversaciones eran esporádicas, distantes, pero en esa ocasión no tenía otra opción. Presioné el timbre con cierta vacilación. Tras unos latidos de mi corazón, la puerta se abrió revelando al mayordomo de siempre. Le dediqué una sonrisa cortés y entre a la casa.

Después de atravesar varios pasillos adornados con ostentosos cuadros y antigüedades, llegué al comedor. Mis abuelos ya estaban sentados, su mirada expectante se posó en mí y me obsequiaron una sonrisa de oreja a oreja.

— Rose, querida. Siéntate te estábamos esperando... –dijo mi abuela con un tono tan cálido que, a pesar de mi disgusto por ser llamada por mi segundo nombre, logró hacerme sentir cómoda.

— Lo siento aún me pierdo en el metro... –murmuré, caminando con pasos vacilantes hacia una silla vacía.

— Ah, si. El metro... –replicó mi abuelo con un tono de desdén que no podía ocultar su desaprobación hacia cualquier cosa que no implicara gastar una fortuna.

Guardé silencio, esbozando una sonrisa incómoda mientras me sentaba. Los camareros comenzaron a servir los platillos para la cena. La carne más exquisita y el vino más selecto de California adornaban la mesa. En silencio, comenzamos a comer, el único sonido perceptible era el de los cubiertos chocando contra los platos de porcelana. Cuando terminamos, esperé un poco y luego me levanté de la mesa.

— Fue muy lindo volver a verlos, pero necesito regresar... mañana tengo hacer algunas cosas y no quisiera llegar tarde a mi departamento. –les informé mientras me alejaba de la mesa sin darles la espalda.

— Amber, esta bien. El chofer te ira a dejar. –dijo mi abuela con ese tono refinado que siempre había caracterizado sus palabras. — Ay, no, puedo tomar un taxi... –intenté convencerla de que no seria necesario

— De ninguna manera! –exclamó, elevando la voz sin llegar a ser grosera. Entendía que solo quería cuidarme.

— Gracias abuela... –agradecí con nerviosismo.

— No hay de que... –contestó mientras un hombre emergía de un pasillo y caminaba hacia mí. ¿Cómo diablos había escuchado nuestra conversación? Me pregunté a mí misma mientras me alejaba aún más de ellos. — Ah, Rose! – aquí vamos, otra vez con ese nombre; Me detuve al escucharla hablar.

— Si? –respondí con curiosidad.

— No sé si sabías que el director de tu escuela es mi amigo... –hizo una pequeña pausa, ¿a qué venía eso? — Y, me comentó que no estas en ninguna actividad escolar. –Negué con la cabeza, no era una chica de actividades extracurriculares, me aburría fácilmente.

— Entonces, sugirió una en la que realizan actividades artísticas. Tu abuelo y yo pensamos que deberías ir al concierto que se celebrará mañana. Ya sabes, te gusta la música, ¿no? –Asentía la cabeza con bastante confusión, ¿de qué me serviría ir a un concierto?

— Como tu abuelo conoce a uno de los managers, te mostrará cómo se organiza todo, y podrás ser corista en el concierto. –concluyó, dejándome en shock. ¿Corista?, ¿Estaba loca?

Pero no le dije nada al respecto, simplemente asentí con la cabeza y murmuré un "gracias". Luego caminé hasta la puerta principal y al abrirla me di cuenta de que el hombre ya me estaba esperando para llevarme. ¿Cómo se fue sin que yo lo notara? De todos modos, abri la puerta del auto y me acomodé en el asiento sin problemas. Apenas cerré la puerta, el auto comenzó a moverse. Durante todo el camino intenté procesar lo que acababa de suceder. ¿Qué demonios? Necesito un respiro... No comprendo nada y me está empezando a doler la cabeza.

Crossed Love ; 𝐁𝐢𝐥𝐥 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora