7 | 𝐃𝐢́𝐚 𝐮𝐧𝐨...

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Amber

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Amber

Al concluir el concierto, me encontraba observando desde la penumbra de los bastidores. Veía como los chicos agradecían y compartían breves momentos de camaradería con sus fans. Tras unos segundos de contemplación, sentí un cálido abrazo por la espalda. Me giré para descubrir a Zara, cuyo rostro se iluminaba con una sonrisa radiante. Nos separamos y la tomé de las manos, mirándola directamente a los ojos.

—¿Cómo te la pasaste? –Le pregunté, una sonrisa juguetona adornando mi rostro.

—¡Increíble! ¡Cantaste de maravilla, aunque solo fuiste la corista pero le diste un toque especial! –Exclamó Zara, envolviéndome en otro abrazo efímero antes de separarnos de nuevo.

—Estoy de acuerdo. –La voz de Bill resonó detrás de nosotros, provocando un pequeño sobresalto en mí.

Sentí el peso de su brazo sobre mi hombro y nuestras miradas se cruzaron. Me regaló una sonrisa, a la que correspondí. Entonces recordé que Zara estaba allí, y la miré, sorprendida pero sin reaccionar. Decidí presentarla.

—Bill, ella es Zara. –Hice una pequeña pausa y Bill extendió su mano. Zara la tomó rápidamente, estrechando sus manos.

—Un placer conocerte, ¿esta tu hermano? –Zara preguntó. Al escuchar eso, la abracé rápidamente y tapé su boca.

Solté una risita nerviosa al ver cómo Tom se acercaba a Bill, reposando su brazo en su hombro.

—¿Quién me busca? –Preguntó Tom, una sonrisa juguetona en su rostro.

—Nadie, ¿de qué hablas? –Fingí demencia y rápidamente alejé a Zara de ellos.

—Iremos al baño, ¿dónde está? –Pregunté, sin darles la espalda y sin soltar a Zara.

—A la izquierda... –Respondió Bill con una sonrisa.

—Gracias –Dije, y rápidamente giré a Zara y la empujé hacia el baño.

Zara se quejó mientras la empujaba hacia el baño. Al entrar, le di un pequeño golpe en la cabeza, a lo que ella respondió frotándose la cabeza y riendo.

–¡Zara! ¡Dios mío! –La regañé mientras ella me abrazaba.

—Relájate, fue una broma. –Argumentó entre risitas, aún abrazándome.

Después de unos segundos, me soltó y comenzó a admirar el baño. Sacó su teléfono y comenzó a tomarse fotos, mientras yo la observaba.

—Ven, hay que tomarnos una foto juntas. –Dijo, haciendo un gesto con la mano para que me acercara.

Sonreí y me acerqué a ella, quedando detrás de ella para la foto. Tomamos una foto en la que ella fingía salir mal. Nos reímos y tomamos otra, en la que ella reía y yo posaba. Me gustó mucho esa foto y decidimos quedarnos con ella.

Crossed Love ; 𝐁𝐢𝐥𝐥 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora