12 | 𝐄𝐱'𝐬

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Tom

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Tom

Me encontraba en la soledad de mi habitación, sumido en mis pensamientos mientras Bill se daba un baño. De repente, un sonido interrumpió mi tranquilidad: alguien llamaba a la puerta. Con un suspiro de resignación, me levanté de la cama, mis pies descalzos se hundían en la suave alfombra que cubría el suelo. El sonido de la puerta volvió a resonar, lo que me irritó un poco, pero con un gesto decidido, abrí la puerta de la habitación.

Allí estaba, una recepcionista del hotel, había olvidado lo atractiva que era. Sus ojos azules me cautivaban; una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras apoyaba mi brazo en el marco de la puerta, permitiendo que la bata que llevaba se abriera ligeramente.

—¿Sí? –Dije, con un tono coqueto.

—Una mujer lo busca... y, ella... –Hizo una pausa y se acercó más a mí. —Preguntó por usted y dijo la contraseña de visitas.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al escucharla decir eso. Me alejé lentamente mientras ella también retrocedía. En mi mente solo venía una persona, una persona que me causaba escalofríos.

—Bajaré enseguida. –Tartamudeé un poco, agarrando el marco de la puerta. —Gracias, linda. –Agradecí y cerré la puerta de golpe.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza, el sudor empezó a brotar de mi frente y mis manos temblaban. Me quité la bata de un tirón y comencé a buscar ropa en las maletas que aún estaban abiertas. Mis ojos se empañaron, no me permitieron ver con claridad. Me cambié con desesperación, frotando mis ojos con fuerza, deseando que todo fuera un sueño pero, estaba dispuesto a arriesgarme a saber si era ella.

Escuché a Bill terminar de bañarse, así que me apresuré a ponerme los tenis. No quería tener que explicarle a dónde iba. Salí disparado hacia la puerta, justo cuando Bill salía del baño. Giré mi cuerpo rápidamente para salir y cerrar la puerta de un solo golpe. Suspiré aliviado, tomé aire y corrí hacia el elevador. Al llegar, mis manos estaban sudorosas y mi corazón latía a mil por hora; presioné el botón para bajar al primer piso una y otra vez hasta que las puertas se cerraron.

Las puertas se abrieron y a lo lejos vi una pequeña silueta rubia, sentada de espaldas en el sofá del hotel. Si Bill se enteraba de esto, me mataría por no cambiar la clave para las visitas a nuestras habitaciones, pero lo hice con la esperanza de que ella volvería y al parecer, eso me ayudó. Caminé con pasos firmes, manteniendo la postura, tratando de no correr hacia ella como un niño pequeño que busca el consuelo de su madre. Al escuchar mis pasos, ella se volteó lentamente, enviando un escalofrío a través de mi cuerpo.

Crossed Love ; 𝐁𝐢𝐥𝐥 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora