Parte 27

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Dante miraba la pantalla intentando encontrar algo que le llevara a los distribuidores de droga. Le gustaría pensar que todos los criminales eran estúpidos, pero no era así. Algunos de ellos sabían cubrir muy bien sus huellas y era todo un reto atraparlos.

Tenía que haber alguna forma...

- Tengo algo de información que quizá deberías saber. – Dijo Kurama.

- ¿Sobre qué? – Dijo Dante aun moviendo sus dedos a toda velocidad sobre su teclado.

- Javier.

Dante se detuvo un segundo antes de continuar.

- ¿Es algo que ponga en peligro su vida?

- No.

- Entonces, no necesito saberlo.

- Cuando vendió su casa y las obras de arte que le regalaste, si te pareció importante.

- Eso ya pasó. Además, recuperaste todo ¿No?

- No lo digas como si hubiera sido fácil. Algunas cosas me costaron un riñón.

- Literalmente era mi dinero, así que no te costó nada. Además, tu no tienes riñones.

Kurama soltó un pequeño sonido como quitándole importancia a ese pequeño detalle.

- De todas formas, solo quería informarte que ha cambiado de prostíbulo.

- Está bien. Supongo que ya es suficientemente consciente de los peligros para tomar esas decisiones.

Kurama suspiró dramáticamente.

- No sé porque, pero pensé que te molestaría que perdiera su virginidad.

- Javier ha estado casado y tiene un hijo. Ese barco zarpó hace mucho tiempo. - Dijo sin que sus dedos dejaran de moverse encima del teclado.

- Me refiero a su virginidad trasera.

Dante se detuvo con sus facciones congeladas.

- ¿Qué quieres decir?

- Javier se ha puesto en contacto con un famoso prostíbulo masculino y ha pedido que le manden a un hombre.

- ¿Estás intentando gastarme una broma?

- ¿Por qué lo haría? De todas formas, solo quería informarte que Javier está a salvo. El prostíbulo que ha elegido es bastante bueno y sus chicos están limpios.

Kurama puso en la pantalla la foto de un hombre posando con el torso desnudo. Alto, moreno, con buena musculatura y definitivamente muy atractivo.

- Javier tiene buen gusto ¿No crees?


Javier se miró al espejo, y no se sorprendió al verse tan pálido que hacía juego con su pared blanca de su espantoso y triste ático nuevo, pero, aun así, creía que esta era la mejor solución.

Si conseguía quitarse a Dante de la mente, podría seguir con su vida. 

Pero eso no era tan fácil.

Al contrario que le había sucedido en sus fracasadas relaciones anteriores, esta vez su mente se negaba a dejarlo ir... Y eso que ya habían pasado meses desde la última vez que lo vio.

A decir verdad, parecía que cuanto más tiempo pasaba, más pensaba en él.

¿Esto era lo que era estar enamorado? 

Entonces ¿Qué era lo que había sentido hasta ahora en sus relaciones anteriores?

¿Cariño? ¿Quizá comodidad? ¿Compañía? ¿Dependencia?

La protección de un DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora