Javier se tumbó en la hamaca enfrente de la piscina, quejumbroso.
Le dolía todo el cuerpo.
Quizá, cuando decidió que quería estar con Dante, había subestimado lo exigente que podía ser.
El calor del sol en su cuerpo aliviaba parte de sus molestias y lo relajó hasta el punto que sus ojos se empezaron a cerrar bajo las gafas de sol.
¿Cuánto había sido la última vez que se había tomado el tiempo para hacer algo tan poco productivo como para estar tumbado sin hacer nada?
No lo recordaba, seguramente porque nunca pasó.
Su antiguo yo nunca se hubiera tomado el tiempo como para hacer algo tan frívolo como tomar el sol.
Pensándolo bien, tampoco hubiera estado en bañador en público mostrando las marcas que le había hecho su amante esa noche... y todas las anteriores.
Pero por alguna razón, no podía encontrar una razón de peso para que le importara lo suficiente como para taparse.
¿Esto era lo que llaman plenitud?
Desde su primera noche con Dante, no había tenido tiempo para dedicarle al arrepentimiento ni una sola vez.
Se sentía amado todos los días, y no solo por la cantidad absurda de tiempo que dedicaba a adorar cada centímetro de su cuerpo, si no con pequeños-grandes detalles que hacía que "el antes de Dante" fuera algo digno de olvidar.
El murmullo de la gente a su alrededor, era casi como una nana y notó como la modorra le alcanzaba.
- Mira que tipo tan guapo. – Dijo la mujer sentada en una hamaca cercana a la suya.
- Es guapo ¡pero tiene pinta de mafioso!
- ¡Me lo pido!
- ¿Crees que vendrá a hablar con nosotras?
- ¡Espero que si!
Javier sonrió sin abrir los ojos.
- ¡Viene hacia aquí!
"Lo siento, señoritas. Ese tipo con aspecto de tener algunas condenas a sus espaldas es todo mío"
- ¡Le voy a pedir que me ponga crema solar!
Cuando lo sintió a su lado, escuchó la mujer a su lado hablando.
- Perdona, guapo ¿Podrías ponerme un poco de crema solar?
- Es mejor que se lo pidas a tu amiga.
Javier no pudo ver la cara de la chica, pero se la pudo imaginar y no pudo evitar sonreír. Dante era único cortando las conversaciones que no le interesaban.
Y estaba bastante seguro que la pobre chica no estaba acostumbrada a que, con ese cuerpazo, ningún hombre le dijera que no.
Javier abrió los ojos.
El sexi hombre llevaba una camisa de lino con algunos botones abiertos y unos pantalones largos del mismo material. Dante era muy conscientes de sus cicatrices y nunca mostraba su maravilloso cuerpo.
Javier no se podía quejar de ello, porque estaba feliz de que solo lo mostrara ante él, pero ahora mismo quería verlo con el pecho al aire.
¡Maldita sea! Era tan atractivo incluso con ropa.
- ¿Ya has terminado los preparativos? – Preguntó intentando que su mente pensara en algo más que en sexo.
Dante se sentó en la hamaca de al lado y cogió su mano para besarla.
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La protección de un Dragón
RomanceCuando Dante era solo un niño, le hizo una promesa a su nuevo amigo. Que los protegería a él y a su padre. No sabía que esa promesa guiaría el resto de su vida, aunque no siempre le fuera fácil. Su decisión lo llevaría a poner en riesgo, no solo su...