Capítulo 27

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FRANCIA

Pocas veces en la vida había dormido después del sexo. Es decir, dormía después de tener sexo, pero no con la persona con la que lo había hecho. Sin embargo, no me creía capaz de irme de casa de Benicio en ese momento. Me sentía como un flan recién salido del horno, necesitaba enfriarme y descansar.

Me encontraba boca abajo, desnuda. Benicio a mi lado, también desnudo, acariciaba mi espalda. Las yemas de sus dedos se sentían tan bien. Cerré los ojos un momento disfrutando de su contacto.

Cuando detuvo las caricias, lo miré con recelo. No quería que dejara de tocarme.

—¿Querés que me vaya? —La pregunta escapó de mis labios.

Su rostro giró hacia el mío.

—No. —Me quedó claro que la idea ni siquiera le había cruzado por la cabeza por la forma en la que frunció la frente. —¿Vos te querés ir?

Negué. Él pareció aliviado.

—Pero yo no hago cucharita —le advertí.

—¿Por qué no?

—No me gusta que me estén encima cuando duermo. Dormir es dormir y coger es coger.

Levantó una ceja.

—¿No te gustan los mimos?

—Me gustan —confirmé. —Pero no de forma excesiva.

Nos quedamos en silencio un momento.

—¿Chiara y Rocco seguirán en el baño del bar? —pregunté retóricamente.

Ambos reímos.

Mordí mi labio inferior, observando su boca curvada. Acorté la distancia colocando mi pecho sobre el suyo y lo besé en los labios. Mis tetas reaccionaron enseguida a su piel, los pezones se me endurecieron.

No sabía cómo iba a hacer entender a mi propio organismo que esto no se podía repetir. De alguna forma tendría que instalarme el chip en la cabeza.

Aun así, en ese momento estábamos juntos y podía disfrutar de Benicio todo lo que quisiera.

Cuando estábamos a punto de rendirnos al sueño, giró hacia el lado opuesto de mi cuerpo, dándome la espalda. Eso no me gustó, aunque era exactamente lo que había exigido hacía un rato atrás: nada de dormir apelmazados.

Me pegué a él lo más que pude, acurrucándome. Besé entre sus omóplatos y crucé una de mis piernas sobre las suyas. Pasé un brazo por su cintura.

Él colocó la palma de su mano en mi rodilla y la acarició.

—Pensé que no hacías cucharita —comentó de forma golosa.

Lo ignoré. No me gustaba que me abrazaran, pero no había dicho nada sobre abrazar a los demás. Aunque Benicio era el primero al que abrazaba.

Me quedé dormida con sus mimos. Me pareció la mejor forma de entregarme al sueño.

Giré sobre mi espalda y estiré los brazos como si estuviera sola.

Benicio estaba apoyado contra el respaldo de la cama, parecía que se había despertado hacía un buen rato.

Me acerqué a él, apoyé el mentón en la parte alta de su abdomen.

—¿Qué mirás? —pregunté luego de depositarle un beso casto cerca del ombligo.

Apartó el celular de inmediato. Una de sus manos acarició mi cabeza, mi corto cabello, el lóbulo de mi oreja llena de aros.

Lo observé con una sonrisa risueña.

No me rompas el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora