Capítulo 32

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FRANCIA

Me mordí las uñas, indecisa. No sabía si escribirle o no hacerlo. No habíamos hablado desde que se fue de mi casa, hacía un par de días.

El fin de semana estuve ocupada con Chiara, resolviendo detalles del casamiento. Me había visto tentada a preguntar por Rocco, sólo para intentar obtener información acerca de Benicio de alguna manera. Pero no lo hice. Mi amiga sospecharía demasiado.

Ya había entregado mi trabajo del día. Me quedaba una reunión pendiente programada para la media tarde con Betty Beauty, una marca de cosméticos y accesorios. Y sería el fin de mi jornada laboral.

—¡Ay! —exclamé cuando me mordí un pedazo de piel.

Esa fue la señal (o mi excusa). Tomé el teléfono y tecleé.

Francia: ¿En qué andas?

Me arrepentí apenas le di a enviar. Era un mensaje apropiado para la madrugada de un domingo donde el objetivo es coger. Pero ¿un día de semana? ¿a esa hora? Me sentí ridícula.

Para evitar los nervios, me dispuse a preparar un café frío con mucha espuma.

Volqué la leche en un jarro y empecé a batir. Pasaron algunos minutos hasta que el celular vibró. No me aguanté y tuve que abalanzarme sobre él.

Leí con una sonrisa plasmada en los labios.

Benicio: Bastante cargado de trabajo, como siempre.

Benicio: Reuniones aburridas donde tengo que sonreír como un idiota.

Aguardé un momento. El chat decía "Escribiendo...", pero no me mandaba nada.

Benicio: ¿Hoy qué haces?

¿Benicio siendo espontaneo de nuevo? Sonreí, embobada.

Francia: Epaaa, ni siquiera me preguntaste cómo estoy.

Benicio: Tenés razón. Me ganó la ansiedad. ¿Cómo estás, Frani?

Frani. Adoraba que me llamaran así, muy poca gente lo hacía.

Francia: Esperando la última reunión del día, y preparándome un café helado.

Recordé que ese era mi objetivo antes de que Benicio respondiera. Volví a aquella tarea mientras observaba la pantalla del teléfono como una boba esperando la respuesta de ese hombre.

Terminé con la espuma, volqué los hielos en el vaso largo de vidrio y después batí el café hasta que quedó la mezcla homogénea.

El aparato vibro, pero no era Benicio, sino un mensaje de mi mejor amiga.

Chiara: ¿Te acordás dónde era ese local de zapatos en donde le habías comprado las botas a Milili?

Serví el café mientras hacía memoria.

Envié una nota de voz caminando hasta el sillón con el celular en una mano y el café en la otra.

—Sabes que no me acuerdo. Pero banca que le mando mensaje a Mili a ver si tiene el nombre de la marca.

Le escribí a mi sobrina, al mismo tiempo que recibía respuesta de Benicio.

Benicio: Café helado. Qué asco, Francia.

Benicio: ¿Ahora sí puedo preguntarte qué haces hoy?

Benicio: Me gusta más cuando hablamos personalmente.

Francia: Y si te digo que no puedo ¿dejamos de hablar?

Mili no recordaba cuál era la marca. Le informé a Chiara y continuamos charlando. Empezó a contarme que su madrastra quería comprarse unos zapatos de buena calidad a buen precio.

Bebí del café, el celular se calentaba en mis dedos, iba de un chat a otro.

Benicio: No dejaríamos de hablar, no.

Francia: ¿Me extrañas?

Mordí otra vez mis uñas.

Esperaba su respuesta en tanto Milili me contaba sobre el examen de historia. Chiara también me hablaba de un pantalón que se compró y no sé qué más. Dejé de prestar atención cuando recibí el mensaje de él.

Benicio: No me hagas preguntas que me hacen extrañarte más. Menos, sino sé cuándo voy a volver a verte.

Francia: ¿Y por qué no me escribiste?

Benicio: Creí que era mejor esperar a que vos me escribieras. Además, ayer jugué al padel. Gané, por cierto.

Podría babear si lo veía jugar cualquier clase deporte, estaba segura de eso.

Francia: Hoy no tengo planes. ¿Querés venir a cenar?

Francia: Y me mostrás tus mejores movimientos.

Benicio: Mis mejores movimientos no tienen que ver con el padel.

Francia: Mejor, porque esos son los que quiero que me muestres.

Me mordí los labios intensamente.

Espabilé para responderle a mi amiga, entré al chat, pero ya no sabía ni de qué iba la conversación.

Me apareció la notificación de Benicio mandándome caritas con corazones, una lengüita y unos fueguitos.

La idea cruzó por mi mente de manera fugaz. Corrí hacia la pared al lado del baño, donde tenía un gran espejo. Me coloqué delante con una pose sensual y saqué una foto.

Estaba en tanga, con una remera escotada de tiritas y sin corpiño. Mis tetas se lucían voluptuosas, mis pezones asomaban bajo la tela de algodón roja y mi culo se veía sexy.

Volví a tomar asiento y agarré el café. Me lo llevé a los labios, bebí un sorbo.

Chiara: ¿Por qué me mandaste una foto sexy cuando te dije que tengo que ir al oculista? ¿Querías ver si veo bien ese lomazo? LO VEO, FRANCIA AGUSTINA PAREDES.

—¡¿Qué?! —Escupí el líquido, abrí grandes los ojos.

Releí el mensaje de mi amiga y largué una carcajada a pesar de la situación.

Había confundido los chats y en lugar de mandarle la foto a Benicio, se la había enviado a ella. Menos mal que fue para mi mejor amiga y no para mi sobrina. Eso hubiera sido más que un papelón.


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¡Hola, amoras! ¿Les pasó alguna vez de confundirse de chat y enviar una nude a otra persona? JAJAJA. Menos mal que Francia se la mandó a su mejor amiga y que no era una nude propiamente dicha. IGUAL qué situación embarazosa.

¡Las leo!

No me rompas el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora