Capítulo 31

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BENICIO

Apoyé la copa de vino sobre la mesa ratona.

Francia se encontraba a horcajadas sobre mí, con su tanga negra y mi camisa semi desabotonada. Estábamos en el piso. Yo me había puesto mi bóxer azul ajustado.

—Hablame de tu ex —pidió mientras me deslizaba las yemas de sus dedos por los labios.

Un tema bastante de mierda había elegido para el momento.

—¿Por qué querés hablar de eso?

—¿Te rompió el corazón?

Jugué con la lengua dentro de mi boca un momento, meditando mis próximas palabras.

—Me lastimó mucho, sí.

—¿Por qué?

Se removió sobre mis piernas.

Por más de que la conversación fuera poco divertida, no era de goma, mi cuerpo era absolutamente consciente de todos sus movimientos.

Tragué saliva, sin ganas.

—No vivíamos juntos, pero casi. Salimos durante poco menos de un año. Se fue una mañana, muy temprano, dejándome una nota de despedida. Nada más.

Ella arrugó la frente, en sus ojos leí la pena.

Odiaba hablar sobre aquello, me hacía sentir demasiado vulnerable. Demasiado fracasado.

Sus brazos rodearon mi cuello.

—¿Por qué hizo eso?

—Me dijo que no le gustaba la vida que llevaba. Supuestamente no tenía nada que ver conmigo —levanté los hombros y sonreí irónico. —Pero esa vida me incluía a mí, así que...

—¿Seguís enamorado de ella?

Negué con la cabeza, aunque lo pensé un momento antes de hablar.

—No, pero todavía me duele.

Ella suspiró y se rascó la nuca con inseguridad.

Tomó su vino blanco y bebió un largo sorbo.

—Cuando era adolescente... —Hizo la copa a un lado. —Me enamoré de un compañero de hockey.

—¿Hiciste hockey?

—Hice un montón de deportes. —Enumeró con sus dedos. —Natación, danza clásica, danza jazz, hockey, patín, danza árabe.

—Eras toda una atleta.

Reí y le retiré un mechón de pelo de la cara.

—La cuestión es que me gustaba este chico, ni siquiera me acuerdo de su nombre. Y se lo conté a mi vieja. Yo tendría... no sé, catorce años.

Asentí y continué prestándole atención. Me gustaba imaginarla de joven, que me contara historias sobre su pasado.

—Era la primera vez que sentía algo así por alguien y la sensación era tan... inocente y a la vez eufórica. Es tan caprichoso enamorarse siendo adolescente... Bueno, la cuestión entonces es que le conté a mi mamá, toda entusiasmada, ¿y sabés lo que me dijo?

—¿Qué te dijo?

Me sentía hipnotizado por Francia, totalmente cautivado por ella.

—Que el amor era una farsa.

Llevé mi cabeza levemente hacia atrás y arrugué la frente. No me esperaba eso.

—¿Por qué te dijo algo así?

No me rompas el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora