Capítulo 19

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BENICIO

—¿Es joda boludo? —Rocco no podía creer dónde estábamos. —No puede ser. No puede ser. NO puede ser. —Repetía, sin poder creérselo.

—Ya sé, soy el mejor.

—No, en serio. Sos el mejor, chabón. No puede...

—Ser. —Completé su oración. —Ya sé. Pero sí, es.

Estábamos en el medio del campo, rodeados de personas. El concierto empezaría en cualquier momento.

—Coldplay, amigo. ¿En serio?

—Rocco, si volvés a decir una vez más algo así, nos vamos. Me haces quedar mal, che. ¿De verdad no te crees que te haya traído a ver a la mejor banda del mundo?

—Sos el mejor —dijo colgándose de mí en un semi abrazo. —Sacame una foto. Chiara se va a morir de la envidia.

Posó con el escenario de fondo, la lengua afuera y los brazos levantados. Le tomé varias con el teléfono, aunque no estaba seguro de que hubieran salido muy bien. Nos encontrábamos apretujados entre una marea de personas.

—Francia también le preparó una sorpresa a la Loqui. No sé a dónde iban, pero no creo que su sorpresa sea mejor que la mía —comentó cargado de entusiasmo.

Sonreí ampliamente. Me sentía orgulloso de saber que había hecho un buen trabajo. También, me gustaba escuchar su nombre: Francia.

El recital empezó con fuegos artificiales, un espectáculo increíble.

Nuestras pulseras brillaban, al igual que las de todo el público.

El show era asombroso de ver y una maravilla de escuchar. Una sensación de escalofrío y felicidad me recorrió el cuerpo cuando Rocco y yo empezamos a saltar junto a otros miles.

El sudor, el frío, la noche estrellada, los golpes cuerpo a cuerpo, unos contra otros por la euforia de estar ahí, de estar vivos para ese momento. Era algo extraordinario.

Con mi mejor amigo habíamos deseado toda la vida asistir a un concierto de Coldpaly, y ahí estábamos. Nos abrazamos tantas veces, que no podría contarlas.

Esperábamos el estribillo de A Sky Full of Stars. Las pulseras en nuestras muñecas, nuestros brazos levantados iluminando la noche. Era impresionante ver a la multitud. Cerca de nosotros, había una chica con su abuelo saltando para todos lados. La felicidad de ese señor me dio años de vida.

Rocco me abrazó y aguardamos el momento de saltar entre la muchedumbre y perdernos en el medio del pogo.

Llegó el momento clave, empezamos a saltar desenfrenados y a los gritos. La sonrisa de él y la mía no le hacían justicia a la alegría que nos recorría el cuerpo.

Perdí a Rocco entre la gente. Seguí saltando como loco, hasta que choqué contra ella.

No podía ser.

De entre todas las personas, era ELLA.

El cielo realmente se había llenado de estrellas.


FRANCIA

Normalmente, me hubiera quedado estupefacta por varios segundos masticando la casualidad del encuentro, pero en ese momento, entre la euforia y lo poético de toparme el rostro de Benicio entre miles de otros rostros, no me importó.

Me colgué de él como si fuera la persona que había estado buscando durante todo el concierto. O durante toda mi vida.

Mis piernas envolvieron su cintura y sus brazos me recibieron con la naturalidad con la que dos cuerpos se entienden.

Lo rodeé por el cuello un momento, en un abrazo, y luego levanté los puños al aire, cantando y gritando.

Él giró sobre sí mismo, haciéndome sentir que volaba. El viento y el sudor refrescaron mi piel, el corazón me latió desbocado.

Sentía la música rebotar en mi interior, resonar como si mi cuerpo fuera un parlante más en ese estadio. Nuestros organismos eran los que propagaban la melodía, la euforia, la emoción.

Mi sonrisa era inmensa, al igual que la de él. Sus hoyuelos marcados con énfasis, sus ojos en mí.

Cuando terminó la canción, me recorrió una sensación de calma exquisita.

Benicio me deslizó hacia el piso. Sus manos en mis muslos, mi cuerpo arrastrándose por el suyo. El calor subió a mis mejillas, el estómago se me llenó de cosquillas.

Me depositó en el suelo y sus manos viajaron a mi rostro para apartar mechones húmedos de sudor.

—¿Qué haces acá? —grité.

El recital estaba en un breve impase, lo que nos permitió hablar sin perdernos de nada.

—Vine con Rocco. ¿Vos no estabas con Chiara?

Su expresión se transformó por un momento.

—¡Ey! ¡Ey!

Escuchamos unos gritos. Él se volteó y yo me aparté a un lado para observar qué estaba sucediendo.

Las manos de Chiara y la cabeza de Rocco aparecieron entre la multitud.

Sí, podía reconocer las manos de mi mejor amiga.

Tiré de ella, y Benicio de su amigo para reunirnos.

—No puedo creerlo —suspiró Chiara.

—Son el uno para el otro —comentó Rocco mirando a Benicio y luego a mí. —Tuvieron la misma idea. Exactamente la misma.

—Sí, es bastante escalofriante. ¿Lo tenían planeado? —Chiara entrecerró los ojos.

—¡No! —Elevé la voz.

—Por supuesto que no.

Negamos los dos al mismo tiempo.

La siguiente canción comenzó a sonar y los cuatro nos concentramos en el recital de nuevo.

Estuvimos una hora y media gritando, cantando, bailando y saltando como desquiciados, al igual que todo el mundo.

Chiara y Rocco lloraron juntos y se abrazaron la mayor parte del tiempo.

Benicio y yo no nos separamos. Sus manos rozaban las mías, su cuerpo se acercaba a mí casi por inercia. Hasta llegó a levantarme y colocarme sobre sus hombros. Fue increíble.

No podía dar crédito de haberme encontrado a Benicio, entre tanta gente y tanta dinamita, pero debía admitir que me encantaba estar cerca suyo. Tenía un no sé qué, que me hacía sentir un no sé cuánto.

La forma en la que se reía, la libertad con la que se movía en un ambiente tan relajado y a su vez, eufórico. Por momentos, parecía una persona completamente diferente, pero no por eso menos agradable. Al contrario, me gustaba mucho esa faceta suya.

Mi momento favorito en toda la noche fue cuando Chiara me abrazó con la fuerza de mil mundos. Nos mantuvimos entrelazadas más de un minuto mientras me decía al oído lo mucho que me amaba.

Y, a pesar de que a mí no me agradaran las rutinas, la amistad con Chiara era de las pocas cosas constantes en mi vida, de las pocas que lucharía siempre por mantener.

—Te amo con todo el corazón, amiga —dije en unsusurro que solo ella, el universo y yo pudimos escuchar, aunque cualquiera anuestro alrededor lo podía sentir.


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Tremenda sorpresa les tenían guardada Francia y Benicio a sus amigos, ¿no?

¿Ustedes qué piensan?

No me rompas el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora