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—¡Piroutte!—Grito una voz rasposa 

Izuku caminaba por el gran pasillo hasta dos puertas blancas con acabados de oro, eran grandes, y sabía que le habían costado mucho a su academia, pero gracias a las presentaciones, pudieron poner una de esas en cada sala, el había sido la estrella de esas obras.  Las puertas daban la entrada al estudio de ballet principal, su hogar, o al menos el que fue su hogar algún día.

—¡Uraraka! ¿Que fue eso?—La misma voz gritaba a la bailarina principal.

—Lo siento, he estado muy distraída.

—Eres Giselle, la protagonista, la presentación es en dos semanas y te sigues equivocando y cayendo, si solo...

—¡Izuku!—La voz de su amigo Denki interrumpió al profesor de su regaño, todos corrieron hacia él y lo abrazaron—Hace tanto que no te veía ¿Como has estado? Te hemos extrañado tanto en los ensayos.

—El doctor dijo que necesito aún terapia para volver a practicar ¡Pero les deseo buena suerte!—Dijo con una sonrisa dulce.

—Estaba tan asustado esa noche en el teatro, pero fuiste el mejor cisne blanco—Lo animo uno de sus compañeros.

Oh si, el accidente que lo había metido en toda esta situación. Se había preparado semanas para dejar boquiabiertos a los invitados, se veía hermoso con un tutu blanco y una corona de flores. Había llegado a la mitad del ballet cuando una de los soportes de escenario se cayó sobre él, lo había aterrado, pero mucho más, cuando le dijeron que se había roto la pierna y la rodilla, estaba destrozado, ni siquiera sabía si  volvería a caminar con la pierna derecha, pero ahí estaba.

—Dios mío, dejen a mi alumno estrella en paz.—Su profesor, Yagi Toshinori, un prodigio ya retirado de los escenarios, lo miraba de una manera paternal.

—Por favor, aún tiene alumnos talentosos, estoy seguro que alguno estará increíble en la presentación de invierno.

—Ninguno es como tu joven Miridoya, tú sientes la danza, la vives, es tu vida entera. No puedo esperar cuando vuelvas de nuevo a los escenarios...—Dijo en un susurro.

—De echo, ayer fui con el doctor, dijo que podía empezar a entrenar, nada muy pesado.

Eso era cierto, el médico le había asegurado que por fin podía volver, pero había un pequeño problema, no quería dañar a su bebé. Fue corriendo a la oficina de su ginecólogo y le hizo cientos de preguntas, el le dijo que estaba bien, el ejercicio estaba bien, pero nada de piruetas extraordinarias como solía hacerlo, tampoco podía volver a competir.

—¡Increible! ¡Podrías ser Clara en el cascanueces!

—Señor, no puedo presentar ahora.

—Pero dijiste...—Se callo en el instante que Izuku puso una mano en su vientre de manera discreta.—Bueno, igual es un placer volver a tenerte en el estudio.

Su profesor le sonrió y lo invito a la barra frente al espejo para que calentara, todos sus compañeros se quedaron callados al verlo tan cuidadoso, nadie lo entendía, era un profesional, podía hacer esos ejercicios dormidos si quisiera. Yagi empezó con el ensayo otra vez sin darle importancia a las críticas.

Izuku sentia sus músculos entumecidos, no haber entrenado meses lo había afectado. Su cuerpo no era el mismo, y cada vez que hacía un movimiento sentía el temblor en toda su cuerpo por el recordatorio, era como volver a estar en el escenario, bajo esa luz cegadora y el dolor insoportable que siguió después, no lo olvidaría en toda su vida. Y se dio cuenta de algo, no podía volver a estar en el escenario, le daba terror.

Agarró sus cosas sin antes despedirse de su profesor y se fue corriendo del lugar dejando a todos confundidos. Corrió hasta salir del edificio y pedir un taxi, no, esto no estaba pasando, la única cosa en su vida que amaba con locura ahora era imposible de hacer para él, revivía aquella noche bajo la música del lago de los cisnes, y lo detestaba.

Su imperio Romano, su mundo, su vida.

El ballet había significado todo para él por años, era una de las razones por las que se había mudado, dejó la universidad, a sus amigos, a su Kacchan.

Tuvo que tomar el autobús por que no tenía dinero para pagar un mísero taxi, estaba decaído y ni siquiera se molesto en encontrar un asiento para sentarse, solo podía sollozar en silencio sin notar las miradas extrañas de las demás personas en el transporte. Tuvo que bajar unas paradas antes porque ya era muy tarde, camino hasta llegar al pequeño edificio de departamentos, y oh, lo había olvidado. Pudo ver a las familias salir con maletas en mano desalojando el edificio, el corrió escaleras arriba y encontró el departamento que había vivido por años siendo desalojado.

—¡Esperen! ¡Aún me queda una semana!

—Son ordenes del nuevo dueño, lo siento mucho—El chico hizo una reverencia y siguió sacando sus cosas al pasillo.

El logro meter algunas cosas a las maletas y de pronto, estaba en la calle, con dos maletas pesadas, aferrado a la fotografía de su difunta madre, tratando de no llorar por el terrible día que tenía. No había buscado casa, se había concentrado en el bebé y en su trabajo, ni siquiera había tenido tiempo de buscar un departamento, ahora, tenía que vivir con los míseros dólares que le habían quedado de su pago hacia tres semanas ¿Que iba a ser ahora? No iba a poder ir con Uraraka, estaba recién casada y en plena luna de miel, los demás vivían en departamento igual de pequeños que él, o en mansiones pagadas por sus padres.

Pero en vez de buscar el nombre de su mejor amiga, su vista se fue al número menos indicado, al que definitivamente no debería llamar, pero al final tenía al hijo de Bakugo de alguna forma tenía derecho a un techo por lo menos hasta que encontrara departamento, pero si iba con él, significaría decirle la gran noticia.

—¿En que estoy pensando? No tengo donde ir—Dijo mordiéndose el labio para evitar sollozar.

El teléfono sonó tan solo tres veces para oír la rasposa voz del rubio cenizo.

—¿Hola? ¿Por qué mierda me hablas a esta hora?—Dijo con una voz ronca, olvidaba que tenía la costumbre de dormirse temprano. 

No pudo contener su llanto más y estalló, se podía oír el quejido de sorpresa al oír el llanto de Izuku.

—¿Deku? Iré por ti justo ahora, solo dime donde estas.

—¡No tengo casa! ¡Me desalojaron! Tendré que vivir en las calles o en un maldito refugio, no tengo a quien pedirle ayuda ¿¡Que clase de madre tendrá mi bebé!?

No se había dado cuenta de lo que había dicho hasta que no escuchó nada en la línea.

—Quédate ahí, voy de camino.—Dijo antes de cortar.

Izuku dejó de llorar y en vez de eso, le invadió el pánico, ¿Le acaba de decir a Katsuki que sería padre por teléfono? No, debió ser una alucinación causada por el día exhausto que estaba teniendo.

Debía de serlo.



Mistake (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora