[Capítulo 7]

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Dareen

Después del almuerzo que me había traído Chlowe me había sumido en los papeles y olvidado de todo lo demás. Las clases en la universidad se habían suspendido ya que una tubería se había roto y estaban reparandola; nos habían dado el día ya que los pasillos y los salones estaban inundados.

Estaba ordenando y cerrando unos archivos cuando dos toques en la puerta me hicieron ver la figura imponente de Máximo frente a mi oficina.

- ¿Tienes un minuto, hijo? - su tono era autoritario, casi como una burla entró sin yo decir alguna respuesta.

- Ya que entraste, ¿qué quieres?- enarqueé una ceja esperando su respuesta. Dio varios pasos llegando frente a mi escritorio. Su espalda recta y su traje impoluto. Su pelo negro peinado a la perfección y sus ojos grises tan secos y fríos como un témpano de hielo me miraron de pie, ahí, frente a mi.

- Venía a recordarte que hoy tenemos la cena con Marcial y su hija Victoria. - miró el reloj en su muñeca - No quiero que te olvides y llegues tarde, tu madre te enviará la dirección y la hora. Vístete elegante, vamos a estar rodeados de reporteros y habrá gente curioseando.

- No pienso aparecerme en ninguna cena, tengo cosas que hacer y...

- ¡Me importa un pito lo que mierdas tengas que hacer! ¡He dicho que irás y tú irás y punto! - su voz marcaba el filo de su rabia. - No creo que tenga que recordarte que puedes perder tu patética carrera si no haces lo que se te pide, Dareen.

Apreté la mandíbula al punto en que mis molares rechinaron en protesta, mis puños se contrajeron y mis nudillos se volvieron de color blanco. Odiaba ser una marioneta, odiaba tener que soportar su carácter solo porque a él le apetecía que yo hiciera la mierda que él ordenaba. Me tragué mi rabia e impotencia y solo lo miré, dejándole saber con la mirada todo el odio y la repugnancia que sentía hacia su persona.

- Perfecto, veo que ya entiendes. - Dio unos pasos hacia la puerta y luego miró sobre su hombro - No me hagas hacer un par de llamadas, hijo.

Maldije y tiré al suelo la carpeta llena de hojas que acababa de ordenar al suelo. Me levanté odiando al padre que me había dado la vida. Odiando a esa persona que me trataba como se le venía en gana.

Salí de la empresa hecho una furia, tenía que calmarme y soltar todo lo que llevaba por dentro. Llegué al gimnasio y me subí al rin con los guantes. Patrick me ordenaba los pasos y yo atacaba con más furia cada vez, cada una de mis acertadas era más y más fuerte que la otra. Patrick chocó con las cintas que rodeaban el cuadrilátero y me miró sofocado. Sabía que estaba pasándome de fuerza pero necesitaba soltar lo que me quemaba.

Dos horas después salí del gimnasio un poco más relajado pero con la rabia aún presente en mis venas. Me subí al Audi y conduje hacia su departamento casi por instinto. Necesitaba verla, necesitaba que me calmara, así fuera con solo tenerla a mi lado.

Estacioné el auto con rapidez, me bajé subiendo de dos en dos los peldaños de las escaleras. Llegué a su piso y me acerqué al número de su puerta. No sabía si estaba dentro pero me iba a arriesgar. Toqué con mis nudillos varias veces y el ladrido de Queso se escuchó al otro lado. El murmuro de un «silencio» me dio la luz verde. Su rostro adormilado apareció al otro lado del umbral.

- ¿Dareen? - talló su ojo izquierdo mientras enfocaba mi cuerpo sudado y vestido con ropa de deporte.

- Hola. - le di una sonrisa de labios cerrados.

Cuando te tenga (II) [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora