9. La maldita verdad.

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CAPITULO 9

LA MALDITA VERDAD

LA MALDITA VERDAD

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BLAIR DYER

El crepúsculo se deslizaba sigiloso por los mugrientos barrotes, tejiendo sombras en las paredes de piedra desnuda. Mis ojos, enrojecidos por el insomnio de anoche, rastreaban los rincones oscuros en busca de algún indicio que explicara la extraña pesadilla en la que me encontraba.

Durante todas esas horas de insomnio, me estuvo acompañando el sonido hueco del goteo de un grifo. Mientras tanto, los pensamientos negativos golpeaban mi mente como si de sucesivas balas se trataran.  No paraba de pensar con dolor en el asesinato de Wyatt, la desaparición enigmática de Louis, las frías palabras de la madre de Sadie y el recuerdo de mi oscuro pasado. 

Sobre todo, mi cabeza estaba inundada por lagunas mentales y una fuerte aflicción provocada por aquel interminable interrogatorio de los policías. Tanto el sonido de la puerta de la cocina abriéndose y el aroma de café recién hecho aún seguían en mi mente.

«El registro telefónico indica que usted fue la última persona con la que habló horas antes de su desvanecimiento», las palabras del agente Johnson, el hombre del bigote, se convirtieron en un eco persistente en mi cabeza.

«Además, varios testigos aseguran haberte visto en el mismo metro cuadrado que él esa noche», la voz de la detective Williams, una mujer rubia y seria, siguió martirizándome. 

En la rígida cama, mis manos, temblorosas, abrazaron mis piernas, cuyos pies también estaban posados en el duro colchón, elevando así mis rodillas a la altura de mis pechos.

«Imposible... Llevo tiempo sin ver a Wyatt. Estoy todo el día trabajando», esta vez resonó mi propia voz a la vez que una imagen de mí negando con la cabeza se reproducía en mi mente.

«¿Y por la noche también? Señorita Dyer, hay varios testigos que fueron espectadores de una discusión entre la víctima y usted. ¿Puede explicar eso?», cada palabra de esa detective me hacía temblar más.

Yo no recordaba nada de esa posible noche, pero mi cabeza, al igual que las autoridades, me culpaba por la tragedia de Wyatt.

«Está claro que hay personas que me quieren culpar a mí. Mi horario de trabajo es demasiado apretado. Paso la mayor parte del día en la tienda o en la heladería y las noches en casa para descansar», mis palabras defensivas no me calmaban, sobre todo porque todas las pruebas indicaban que yo era la culpable.

Los nervios se apoderaban tanto del interior de mi cuerpo como del exterior, provocando fuertes agitaciones que hacían temblar también la cama en la que me encontraba. Tuve que cerrar los ojos ante el último recuerdo:

«¿Por eso se han encontrado tus huellas en la ropa de la víctima?»

La acusación del detective Johnson fue la definitiva para tomar una decisión. Después de revisar todo el historial de mi pasado, no se atrevieron a dejarme en libertad. Ellos mismos pensaban que yo podría escaparme del país para que no me castigaran por mis crímenes. Por tanto, pensaron que sería buena idea que permanezca en el calabozo de la comisaria hasta el día del juicio, el mismo que marcará mi camino.

Complicated Feelings (Sadie Sink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora