CAPÍTULO 36
¡BLAIR!
SADIE SINK
A la mañana siguiente, el cielo estaba cubierto por un manto de nubes grises. Mi cuerpo se alzó con una inquietud que me retorcía el estómago. Me desperté con un mal instinto que me dejó anonadada.
Cuando logré controlar mi rápida respiración, tomé el teléfono de la mesita parar mirar las notificaciones. Un nudo se formó en mi garganta al ver los mensajes de Louis.
Louis: muy bien, yo la aviso (03:19 am)
Louis: Ten cuidado tú también, por favor (03:20 am)
Louis: No le llegan los mensajes a Blair (03:35 am)
Louis: ¿Tú estás bien? (03:44 am)
Anoche, cuando amigos de Blair habían cumplido con su parte del plan, ella los mandó a casa. No quería poner en peligro a nadie. Aún menos cuando ellos tenían la droga en sus manos. Cuando me despedí de Blair, le pedí que me avisara de alguna forma su llegada a casa. Finalmente, decidimos que sería una buena idea tener a Louis como comunicador.
Asustada, respondí a los mensajes de Louis:
Sadie: perdón, caí rendida en la cama (09:56 am)
Sadie: ¿Va todo bien? ¿Pudiste contactar con ella? (9:56 am)
Mi cuerpo ya sentía que algo iba mal. Incluso tuve una pesadilla en la que Blair acababa en el hospital. Lo que no esperaba era que mi sueño se fuera a hacer realidad.
Blair no daba señales de vida.
Louis y su grupo llevaban horas buscándola por la ciudad de mi Universidad. En cambio, según les comenté, Blair quería regresar a casa. Esa pista los llevó a ir a la ciudad donde habitaba ahora ella. Me ofrecí voluntaria para buscarla, pero Louis me prohibió salir de casa en el día de hoy. Le había prometido a Blair que me protegería y, ahora mismo, lo más peligroso era estar en la calle.
No obstante, no podía quedarme parada tras saber que a Blair le pudo pasar algo. Sobre todo cuando la culpabilidad me martirizaba la cabeza. Si yo no hubiera aceptado su acercamiento, Blair ahora mismo estaría en su casa, sana y tranquila.
Desesperada y asustada, me vestí corriendo y arranqué el coche a la velocidad de la luz. El corazón me iba a mil. Incluso las manos me temblaban en el volante.
Hecter me amenazó en su día con que, si no le hacía caso, no dudaría ni un segundo en matar a Blair...
El día avanzaba y no encontraba a Blair por ningún rincón de la ciudad. La tormenta no tardó en estallar, lo que me ponía aún más nerviosa. La lluvia caía con una furia implacable, empapando los cristales del vehículo. Tuve que reducir la velocidad por la poca visión que tenía.