Capitulo:33

18 1 0
                                    

— Desaparecido, así está, desaparecido Lina Anderson. Dos semanas sin aparecer y hoy, que es el día del viaje, tampoco viene ni llama. ¡Maldición! —Fernanda entró en modo desesperado. En realidad, lleva días así. Al parecer, desde el día que cenamos juntos, al siguiente día se fue y no volvió, ni a la empresa ni a llamarla.

— Fer, tranquila, él está bien. Sabe lo importante que es este viaje, mejor alista tus maletas, en unas horas nos vamos —se lanzó en la cama fingiendo llanto.

— Lo voy a matar cuando lo vea, ¿cómo se le ocurre dejarme así en un limbo? ¿Lina, qué es esto? ¡Dios mío, esta lencería está de infarto! Me parece que Edward tiene mucha, mucha suerte —agarré mis tangas y las guardé apresuradamente.

— No seas chismosa, Fernanda. Mejor ve a alistar tu propia lencería y deja de pensar en Larry. Estás perdiendo la cabeza y el tiempo. ¿No ves la hora que es? Edward vendrá y tú sigues allí pensando en su hermano.

Bufó y salió del cuarto sin decir nada más. Si no se vuelve loca ella, me volveré loca yo. ¿Cómo es posible que siga cayendo en las garras de Larry, para después estar así...?

Dejando de lado ese tema, las cosas van impecables. Afortunadamente, Edward aceptó ir con nosotras y dejar encargado a su padre, el señor Alejandro, quien regresará a la presidencia por un mes mientras solucionamos estos inconvenientes.

Estoy nerviosa por lo que pueda pasar en este viaje, sobre todo porque es la primera vez que voy acompañada por un novio. Julián siempre viajaba solo, yo era un accesorio que no salía de casa. Afortunadamente, pero también desafortunadamente, tuve que darme cuenta de qué clase de persona era gracias a mi madre.

Recordarla es el dolor más profundo que siento en el alma. Esa mujer fue mi compañía, mi vida, mis alegrías la mayor parte del tiempo. ¿Cómo odiarla? Pero también, ¿cómo perdonarla? No puedo, aunque extrañe sus besos, abrazos, y sobre todo su comida, no quiero volver a verla en mi vida. Esa noche, ella y él murieron para mí.

Agradezco mucho que Julián no haya seguido insistiendo. Solo me dejó ir, así, de la nada. No tengo de qué preocuparme.

— ¡Lin! Edward ya llegó, baja. —Mierda, todavía me falta mi cosmetiquera. Agh, con la de Fer es suficiente, casi tenemos el mismo tono.

— ¡Voy! —Bajé la maleta sin mucho esfuerzo y solo pude enfocar lo hermoso que se ve este hombre en bermuda y tenis. No solo es hermoso, lo bien que se ven sus grandes brazos y su gran...

— Muñeca, qué guapa te ves. ¿Ya estás lista? —Asentí y miré por todo alrededor, pero no vi a Larry.

— ¿Me podrías ayudar con la valija? Está algo pesada. —No lo pensó dos veces y subió a paso largo hasta donde yo estaba, dejando un beso en mi mejilla.

Eso fue justamente necesario e increíble de su parte, pero ya tocará ayudar a Fernanda.

Bajé hasta la sala donde estaba con su maleta y un traje formal color gris.

— ¿Por qué tan pensativa? —No respondió, solo se limitó a sonreír una sonrisa que intentó ser un «no pasa nada», pero fue una muy mala sonrisa amarga.

— Solo quiero terminar de una vez con esto. Las últimas semanas han sido un desastre. —Obviamente sé que miente y me enoja mucho saber la razón de su melancolía.

Iba a decir algo más complejo, pero Edward bajó con mis dos valijas como si fueran plumas.

— ¿Listas, mujeres bellas? —Las dos asentimos y Edward corrió a dejar las cosas en el baúl del carro, y después las de Fer.

Subimos al carro y Edward se sentó en el asiento delantero. No sé por qué, pensé que él manejaría.

Igual ignoré el hecho y subí. Lo primero que captan mis ojos son otro par de círculos verdes mirando con picardía hacia nosotras. ¿Es Larry?

Sometidas Al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora