Capitulo :34

12 1 0
                                    


Fernanda

El profundo sonido de las olas, el frío que me provoca el viento y la oscuridad acompañada de paz, me hacen sentir plena e iluminada después de tanta rabia, esta vez conmigo misma.

Sé cómo es Larry, lo poco comprometido que está con lo que sentimos, o mejor dicho, con lo que yo siento. Definitivamente dejaré este sentimiento atrás. Hoy, frente a este mar, libero a Larry Scott para que se aleje de mi vida si no me quiere para algo bueno y solo me utilizará.

En este momento seré una nueva persona, y ayudaré a mi amiga a salir adelante con todos estos temas sin resolver, a encontrar al monstruo que quiere hacerle daño a estas personas. Y...

— Señorita Fernanda, Dios, hasta que la encuentro, ¿qué hace sola a estas horas de la noche? — volteo a mirar a la persona que acaba de interrumpir mi promesa a la naturaleza.

Sí, efectivamente es el botones, o como se les diga. Aunque, mirándolo bien, este hombre es hermoso.

— Hola, sí, aquí estoy. ¿Qué se te ofrece? — se acerca a mí un poco sonriente y su energía es muy agradable.

— El señor Larry está angustiado por usted, la busca por todo el hotel. Yo la vi salir, pero no me ha nacido decirle dónde estaba usted. ¿Hice mal? — sus ojos reflejan angustia y encanto.

Ese pequeño acto de lealtad sin conocerme es simplemente cautivador.

— Hiciste bien, pero estoy algo retirada. ¿Cómo me encontraste? — se acercó más y mi cuerpo se tensó ante su presencia. Reí nerviosa mientras me arreglaba el cabello despeinado por el viento.

— Ya pasaron más de dos horas desde que salió, así que me preocupé y salí a asegurarme de que todo estuviera en orden. Tomó el camino más fácil, siendo nueva en este lugar, por eso fue sencillo encontrarla.

Claro, era obvio. ¿Ya pasó tanto tiempo? Tengo que volver. El chismoso de Larry debe haber alarmado a Lina.

— Entiendo, entonces vamos. — asintió, quitándose su camisa y dándomela.

— Cúbrase, está haciendo frío y no querrá enfermarse y perderse del turismo. — Solo puedo mirar cómo queda en camisilla, y sus fuertes brazos y pectorales quedan al aire.

Es un delito que este hombre sea tan guapo.

— Gracias. Creo que debemos caminar rápido. — Solo asintió y su rostro quedó neutro. En mi mente aparece la imagen de Larry; si fuese él, ya habría hecho su risa de hombre encantador y continuado con una frase poco romántica como "¿te gusta lo que ves?" o "deja de mirarme así o te estampo sobre esta área".

Bueno, esa última no tanto. ¿En realidad quiero un estampe en la arena? ¡Oh, Dios mío, no es momento de ser hormonal! Estás con un desconocido en medio del mar y él está muy bueno y...

— ¿Está bien, señorita?

— ¿Ahs? — digo, balbuceando.

— ¿Que si está bien? ¿Le duele algo? — Ay, Dios, qué idiota. ¿Se habrá dado cuenta? O peor, ¿hablé en voz alta?

— No, no, ¿por qué lo dice?

— Me alivia escucharlo. Es que estaba haciendo caras, bueno, raras de disgusto o eso parecía.

Mi sangre subió a mi cabeza y sentí mi cuerpo arder de vergüenza. ¡Trágame tierra...!

— ¡Fernanda Walker! — Esa voz... ¡Trágame tierra otra vez!

Mi vista sigue el grito y se encuentra con la imagen de un gran hombre cuyo pelo rubio se ve teñido de negro por la oscuridad, viniendo a máxima velocidad hacia mí.

Sometidas Al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora