HEART (fengqing)

15'

"¿Casarnos?" -Mu Qing frunció el ceño, mirándole confundido y al parecer algo enojado, ¿Había olvidado el otro que recién perdió a toda su familia? Además, ni siquiera eran novios, ¿El idiota de Pei Ming le había metido esa idea a la cabeza?-.

"Es más que solo casarnos, uhm, sería temporal... Mu Qing, no quiero obligarte, y de verdad, si tuviera más opciones no insistiría, es la forma más segura de mantenerte a salvo, no importa cuanto lo piense"

"¿De que hablas?" -Aunque dijo eso, lo primero que pasó por su mente fue la palabra temporal, y aunque no lo admitiria, su pecho se apretó ligeramente por aquello, y él ni siquiera entendió bien la razón, no le emocionaba casarse, pero la idea de que el contrario se sintiera obligado mucho menos-.

Aún así, Feng Xin suspiró, sentándose junto a él mientras tomaba sus dos manos, y le explicó el porque casarse era prácticamente sagrado dentro de las mafias, incluso las propias serpientes tendrían que cumplir el rito de no molestar a la pareja recién casada una semana, prometiéndole incluso, que así sería más fácil llegar a los documentos de su hogar.

El ojimiel no se atrevió a mirarle mientras hablaba, con un marcado miedo en su voz, y Mu Qing, bueno, él en realidad llevaba días intentando procesar sus emociones, principalmente solo sentía un enorme vacío en su pecho que parecía disminuir solo cuando el castaño estaba con él. Feng Xin no lo sabía, pero bajó la atenta mirada del ex platinado, lo que sea que dijera, Mu Qing ya lo había aceptado.

No tenía más opciones, podía ver en el rostro del contrario el ligero temor que parecía hacerlo ver más cansado, incluso se veía más delgado desde su perspectiva, por primera vez, su precioso e idiota líder diablo parecía consumido.

Y es que Feng Xin temía perderlo, todos los días despertaba pensando en esa horrible posibilidad, por su puesto que si tenía que casarse, o vender su alma, lo haría, sólo quería que Mu Qing dejara ya de pasar por tanto.

Tal vez fue esa mirada perdida en el mafioso, o su propio miedo a perderlo, que terminó por suspirar, tomó esta vez él, sus manos, y se atrevió a apreciar debajo de todo ese cansancio, lo atractivo que seguía siendo para él su no novio, además, quería asegurarse que el contrario no se arrepentía de sus palabras, no necesitaba preguntar, su honesta mirada hablaba por él, aún así, se atrevió.

"¿Estás seguro?"

"Sol, no quiero obligarte a hacer algo que no quieras, mucho menos a atarte a esta vida que tanto detestas, pero no sé me ocurre una mejor idea para protegerte, por favor Mu Qing, no tienes que responder ahora, sólo considera la opción" -El líder de los diablos se acercó a él, y colocó delicadamente sus labios sobre su sien, dejando un cálido y suave beso, que, pese a la delicadeza, fue precioso, cómo si con esa acción pudiera envolverlo por completo-.

El ex platinado además, pudo sentir el ligero temblor del otro, tal vez se debía a la auto culpa que sentía por no llegar a tiempo a salvar a su familia, pero podía percibir su miedo a perderlo, el heredero sabía que si algo le llegaba a pasar, Feng Xin no se lo perdonaría nunca, y él no quería darle otra cosa con la cual lidiar día a día.

Porqué, aunque a su corazón pesaba, sabía que no había sido su culpa, Mu Qing nunca culpó a Feng Xin, ni siquiera cuando el castaño le dijo que lo hiciera, quería hacerlo, si, pero no pudo, fueron decisiones de su padre y su tío involucrarse con él desde un principio, pero también sabía, que si no se hubieran involucrado con él, hubieran terminado involucrándose con alguna otra familia del bajo mundo, y las cosas tal vez hubieran resultado aún peor que en esos momentos. Al menos Feng Xin siempre fue fiel a los Mu, incluso ahora.

Y a decir verdad, Mu Qing también tenía miedo de perder al castaño, por lo mismo, podía entender el ligero temblor en cada roce que el otro le regalaba, él ahora pelinegro, había perdido todo cuando su padre y su tío murieron, dejándolo solo, o eso creyó los primeros días, ahora que apreciaba al sujeto frente a él, notó que no estaba del todo sólo, tenía a Xie Lian y a Feng Xin todavía, y la idea de perder al idiota que sostenía su mano, lo ahogaba de la misma forma que como se sentía morir días atrás.