Alden el místico

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Año 1102 d.c (despues de la conquista)

En los confines de uno de los reinos iskayanos, en donde los bosques susurraban leyendas antiguas y las montañas eran protectoras de silenciosos secretos históricos, yacía la morada de Alden el místico, el último custodio de la torre de las profecías. Un anciano de cabellos plateados como la luna llena y piel aceitunada, descubrió en sus propios sueños la verdad oculta sobre el enigmático "Rey que debió ser".

Un estremecimiento recorrió sus huesos al descubrir las maquinaciones siniestras de su futuro señor luego de que descubriera un libro que vio en sus sueños. Con el conocimiento pesando sobre sus hombros, se embarcó en una misión desesperada para alertar a los reinos sobre los oscuros designios del "Rey que debió ser" que como una plaga se desataba para azotar el mundo como lo conocían.

El anciano sabía que el antiguo evento, un ritual olvidado que descansaba en las sombras de la historia, estaba vinculado a los planes nefastos de aquel individuo. Su viaje se había convertido en una carrera contra el tiempo, tejiendo hilos de advertencia en la trama del destino, mientras se enfrentaba a la traición eminente que amenazaba con desencadenar una catástrofe de proporciones épicas.

Con los dedos arrugados, extendió el antiguo mapa sobre la mesa y trazó con un gesto temeroso una serie de líneas místicas que se conectaban en un punto crucial. Allí, en el corazón del continente Iskay, donde la magia y la realidad convergían en paz, algo oscuro estaba por gestarse.

Volvió hacia su caldero centenario que burbujeaba para confirmar por última vez que sus sueños no habían sido sueños realmente y que lo que vio era verdadero. Con visiones ocultas miro nuevamente en él y con un ápice de lamento, pudo confirmar todo.

El viento que se colaba por la ventana, helado y despiadado, le susurró de entre los pilares de la torre de profecías cuando consultó con las llamas de su destino. En ellas, vio el rostro del hombre en el que se convertiría su amado discípulo, cuya sombra apagaba el futuro de los reinos y cuyo corazón era un abismo de negrura. El caos sería su legado y la maldad su estandarte, alzándose sobre los habitantes de cada nación obligándolos a sucumbir ante sus deseos.

Con determinación tomó su pluma y luego de entintarla, comenzó a redactar cartas urgentes para los reinos vecinos, advirtiéndoles del peligro que se aproximaba. Sin embargo, sabía que El rey que debió ser estaba al tanto de sus acciones. Era como una fiera observando a su presa oculta en la maleza, ansiosa por enterrar los colmillos y garras en su carne.

Un presentimiento se anidó en sus pensamientos, advirtiéndole que no llegaría lejos con sus mensajes. Aun así, valía la pena intentarlo.

"Soy Alden Lisander, el último custodio de la torre de profecía. Les escribo, reyes más allá de las fronteras, para alertarlos de un mal que asecha a nuestro mundo como lo conocemos. Lo he visto en el caldero centenario y en la oscuridad de mis sueños proféticos. Ninguna guerra del pasado superará a la que está por llegar. Muchos inocentes morirán, las flores se marchitarán, las estrellas caerán como flechas, la magia oscura ganará terreno, los guerreros caerán como moscas y los cazadores no encontrarán el camino a casa. Protejan sus tesoros y no dejen que los "Cinco Senkitas" se lleve a cabo, ya que será en ese evento que todo comenzará y no podrá ser fácilmente detenido. En cuanto lean esta carta, yo ya estaré muerto, por eso confío en que harán caso a mis palabras y lo detendrán antes de que su plan comience. El nombre de esta persona que se hace llamar como "El rey que debió ser" les hará un eco profundo y los llenará con cuestionamientos, dudando y temiendo que todo se trate de un error, pero no lo es. Les juro que no lo es. Este hombre es..."

Se estremeció al escuchar susurros de advertencia que solo él podía descifrar. "Él viene", murmuraron las voces antiguas, "él ya está aquí".

Flores y estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora