Capítulo 68: Sin título, estoy zombie. No puedo pensar.

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Sentaria, Aukan

1104 d.c.

Hasan Koram

Después de la reprimenda de su padre, Hasan fue enviado a buscar a Li para cumplir con la tradición kistani de entregar el arma al contrincante tras ser derrotado.

Se aferró a la empuñadura de su espada y caminó a su encuentro. Sus pensamientos se llenaron del recuerdo de las palabras que su progenitor le había dicho. Él siempre hacia las cosas más grandes de lo que eran en realidad y se las restregaba en el rostro igual que las mujeres restregaban sus ropas en las piedras del rio.

Hanissa se ofreció a acompañarlo después de apaciguar la furia de su padre. Quiso preguntarle la razón por lo que lo hacía, pero se contuvo. Sospechaba que se traía algo entre manos.

Al ver a su hermana, Valente se les unió.

—¿Si sabes que la guardia real me cuida, tarén? —dijo Hanissa—. No tienes que seguirme a todas partes. Además, voy con Hasan.

—Justo por eso es que decidí venir. Ninguno de los dos es de fiar, y todavía no entiendo si es que tú guardia es incompetente o tú te has vuelto más ágil.

Su hermana sonrió con orgullo.

—¿Incompetentes? Puede que lo sean, pero no deberías subestimar mi habilidad para moverme con discreción cuando lo necesito.

—No me sorprende que hayas aprendido a escabullirte, pero no olvides que mi deber es protegerte.

—Me conoces bien, sabes como soy.

El general la miró por un momento.

—Lo hago. En cuanto a la guardia real... Quizá deban aumentar su entrenamiento. No me agrada la idea de que puedan ser superados tan fácilmente.

—Debes tener en cuenta que yo no dejaría que nada malo me ocurriera. No soy tan tonta. Además, ¿cómo puedo temer si sé que siempre estás ahí para lo que necesite?

—Y lo seguiré estando hija. Estás en lo cierto, ya no eres una niña, eres una mujer muy inteligente. Pero, aun así no bajes la guardia nunca. No importa cuán ágil seas, hay cosas en este mundo que no podemos prever.

—Eres peor que padre.

—Tal vez, pero en este mundo siempre tenemos que ver alrededor con una espada en la mano. Es como si todo el tiempo los seres del mundo de los injustos se ocultaran tras los pilares de este castillo, esperando el momento para atacar. En noches como estas siento que, aunque el cielo esté despejado, algo maligno podría llegar a lastimarlos.

La conversación hizo que la piel de Hasan se erizara. Quiso hablar, pero un sonido de pasos apresurados y un par de voces en la distancia llamaron su atención. Al girar en una esquina, se encontraron con una escena inesperada.

—¡Mi princesa, por favor espere! —gritó una mujer con el rostro lleno de angustia. Era la dama de compañía de Isdenn Tiskani, que estaba corriendo tras ella mientras ésta baja por una escalera con prisa.

Hasan sintió su pulso acelerarse. ¿Qué podía haberle ocurrido para que estuviera en ese estado?

Isdenn no tuvo más remedio que detenerse ante ellos. Miró a Hasan con sus ojos oscuros y brillantes, llenos de tormento. Él se le acercó.

—¿Qué es lo que sucede? —preguntó—. ¿Te encuentra bien, Isdenn?

—¿Isdenn? ¿Desde cuándo olvidaste sus títulos, hermano? —preguntó Hanissa desde atrás su voz con un filo de arrogancia enorme.

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