—¿Estás enojado?
—No, ¿te divertiste?
Aura suspira:
—Sí, claro.
Ella me conoce mejor que cualquiera, sé que a veces puedo engañarla y hacerle creer algo, pero cada día mejora en leer mis expresiones y resulta más difícil.
Es obvio que se divirtió. Cedric y yo las encontramos riendo a carcajadas en el jardín mientras bebían sus limonadas rosas y comían palomitas de maíz con frituras —las mezclaron—; parecían un par de adolescentes. Incluso escuchaban música en una bocina inalámbrica y parecían a punto de encender un cigarro; juro que sólo eso faltó, aunque sé que no lo harían.
—¿Y tú? —me pregunta luego de un rato cuando nos detenemos en un semáforo en rojo.
Finjo acomodar el espejo retrovisor para ganar tiempo.
—Sí.
—Sí, se nota, tienes tu cara de pura diversión.
—Sólo estoy cansado.
—Cedric dijo que prepararon sushi, ¿qué tal quedó?
—Bien.
—Ah, ok.
Aura sube el volumen de la música. Nuestras gemelas deben vibrar en el vientre de su madre al ritmo de Rammstein.
—Aura —digo, pero no me escucha por el volumen de la música, así que me limito a poner en marcha el automóvil cuando el semáforo pasa a verde.
Es que no sé cómo explicarle lo que pasó. Realmente no siento que fuera tan mierda con los chicos, ¿o sí? Si invierto los papeles, es decir, si pongo en el centro a Gigi o Henrik y me recluyo al rincón sin recibir atención, pues me incomoda; pero ¿no permití el juego de flirteo tonto con Gigi? Eso le dio atención gratis, ¿no? Aunque la obtuvo por mí, no porque la permitiera brillar por ella misma.
Soy una mierda de «amigo».
Ni sé si soy un amigo.
Mierda.
Pensé muchas cosas mientras conversaba con Cedric sobre mis agitados dos meses, luego le pedí que condujera de regreso porque quise hacer algo por Aura; es decir, si he sido tan mierda como dicen, la que debió resentirlo más es ella.
Bueno. Entré en rehabilitación cuando más me necesitaba.
Sí, definitivamente soy una mierda.
El universo también me dice que soy una mierda cuando salta una canción de Bring me the Horizon en mi lista de reproducción, «Can you feel mi heart».
Respiro hondo y trato de no cantarla, juro que lo intento, pero los versos simplemente brotan; además, ni estoy de gira, ni sé si me dejarán subir al último concierto, ¿qué puto propósito tiene cuidarme la voz si ni sé si volveré a cantar en un escenario?
Quizá aprovechen la oportunidad para deshacerse de mí.
Las calles oscuras se extienden por delante con el débil alumbrado público.
Y me siento atrapado, como si el oxígeno en el automóvil no fuera suficiente.
Bajo la ventanilla y pienso en lo mucho que me gustaría escribir una canción así, sincera, hablar de esas horribles sombras que nunca salen de mi cabeza; una letra que Mike no me sugiera suavizar para volverla más comercial. Algo en lo que pueda dejarme las cuerdas vocales sin que me recuerden que debo poder terminar un concierto completo de dos horas sin quedarme sin voz con una canción.
ESTÁS LEYENDO
La melodía de Auric - Libro 2
RomansaAura ha descubierto las adicciones de Eric. Eric se ha enterado del embarazo de Aura. Su mayor sueño y el peor miedo colisionan. Eric deberá tomar una decisión que podría despertar sus más grandes temores, aquellos que nunca logró superar y, por fin...