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— ¿Aceptas a Min YoonGi como tu esposo?

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— ¿Aceptas a Min YoonGi como tu esposo?

JiMin puso los ojos sobre YoonGi, únicamente en el chico que había conocido gracias a su mejor amigo y se dio cuenta de que todo se resumía a ese punto. TaeHyung los presentó sin saber que eran el uno para el otro, sin saber que su amor terminaría siendo inquebrantable e incondicional, irreemplazable e infinito, que ese día sin filtro hizo que conociera al hombre más jodidamente sádico y coqueto, pero era su dulce coqueto. Siempre lo sería.

— Acepto.

Entendió entonces que el amor verdadero no significaba un mundo de rosa, no significaba un cuento de hadas, que estaba muy lejos de ser perfecto. Entendió que el amor verdadero podía ser sinónimo de peleas y discusiones, sinónimo de tormentas y tempestades, pero que al final del día siempre estarían juntos formando y siendo uno. Un amor verdadero no significaba un cuento de hadas, un amor verdadero significaba quedarse a pesar de las miles de tempestades y de los miles de errores que como humano se cometían.

Lamentablemente, no todos se daban cuenta de ello.

— Min YoonGi, ¿aceptas a Park JiMin como tu esposo?

YoonGi dejó sus coquetos ojos en JiMin, en el chico que había robado su corazón desde la primera vez que lo vio, que le hizo tener las fantasías más eróticas que con nadie tuvo. Todavía se acuerda cuando apenas eran amigos, luego novios y cuando más tarde vivieron juntos, hasta que llegaron a ese momento del presente en el que ahora estaban, a punto de unir sus vidas para siempre.

— Espero entonces que tengan un feliz matrimonio.

El abogado les regaló una sonrisa, amable los invitó a que firmaran el documento que sería testigo de su amor. En esa boda no estaban más que YajaTzael, TaeHyung y JungKook, los tres siendo también testigos de ese amor que ha perdurado a pesar de todo, a pesar de peleas, discusiones y rupturas. Un amor que le gritaba al mundo que todavía existía lo puro, lo inquebrantable.

— ¡Vivan los novios!

— ¡Ellos se conocieron gracias a mí!

TaeHyung estaba que no cabía de la felicidad de ver sus dos personas favoritas uniendo sus vidas luego de tantas tempestades que lograron pasar juntos, desde el problema de nombre SangYeon, la pérdida de memoria hasta una mala elección. Ahora estaban demostrando que si se amaban, podían pasar fronteras y tormentas estando juntos.

Los recuerdos ahora se estaban acercando, de cuando se dio cuenta de que su mejor amigo gustaba de quien en ese momento creyó era su primo, de cuando le pidió que le enseñara el lenguaje de señas. Todavía recuerda todo el esfuerzo que JiMin hizo a diario por aprender el idioma de YoonGi y la forma en que demostró que el amor no tenía barreras.

— ¡Vivan los novios, vivan los novios!

Todo en serio que estaba muy bonito. La ceremonia era simple, pero preciosa, solo estaban ellos cinco y el abogado. Todo era tan tierno y único, lo era porque cierto hombre de extraña procedencia estaba amarrado a una silla, con la boca cubierta de cinta adhesiva y siendo vigilado por ellos para que no intentara soltarse, porque es que se había puesto tan histérico antes de la boda que todos ahí habían estado seguros de que no dejaría que ese par se casara. Fue entonces cuando a YoonGi se le ocurrió la gran idea de amarrar a su esquizofrénico suegro.

— ¡Los amo!

Ese hombre entonces rodó los ojos, gruñendo desde lo más profundo de su garganta por estar viendo cómo a YoonGi le faltaba poco para meterle la lengua a su hijo sin pudor o vergüenza alguna. No podía creer que JiMin se haya casado con ese maldito cloro vencido y con eso ya la última gota de esperanza se había esfumado, porque estando casados estaría difícil que YoonGi dejara ir a su bebé.

Pensar que había estado tan feliz cuando JiMin le dijo que había terminado con ese estúpido y pensar que había creído que esa vez sería definitiva, todo eso lo tenía con ganas de romper todo lo que estuviera a su paso. Ese tal Min YoonGi le generaba violencia, pero ni en drogas lo aceptaría, porque aceptar eso era como aceptar que sí necesita terapia y no la necesitaba.

— ¡Papá, Yoon y yo nos hemos casado!

JiMin se sentó en sus piernas, con tanta euforia lo abrazó por los hombros para compartir su felicidad con él, sin darse cuenta que él más bien estaba viendo y maldiciendo a YoonGi en los seis mil y pico de idiomas que habían en el mundo, porque se había atrevido a casarse con su hijo, ese que no tenía la altura indicada para casarse o tan siquiera tener novio.

¿Sabes qué es lo más divertido de casarse?

Él en serio que quiso soltarse para moler a golpes a ese maldito de YoonGi, porque sabía que iba a salir con uno de sus comentarios que le consumían los huevos y de los que siempre terminaba cobrando venganza. Para su mala suerte, en esa ocasión no podría darle su merecido, ya que estaba bien amarrado a una silla y así no había manera.

La luna de miel.

YoonGi había salido con una de sus frases rompe huevos y si no fuera porque estaba privado de su libertad, hace mucho que lo habría hecho carnitas por tener la osadía de molestarlo cuando estaba viendo que no estaba de humor, como siempre. Más allá de todo eso, ver la sonrisa feliz de JiMin le hizo saber que, lo que para él era un error, para ese enano era la cosa más importante de su vida.

Ahora se sentía como todas esas veces en la que había tenido que hacer más de algún sacrificio por ver esa sonrisa llena de felicidad, irradiando la más pura felicidad. Por esa misma sonrisa no le había importado hacer muchas cosas que al final lo dejaron marcados, como cuando tuvo que acostarse con la loca directora de YoonGi, soportando esos fuerte latigazos y golpes solo para que ese imbécil pudiera asistir a la graduación de JiMin, o como cuando buscó hacer justicia por su propia cuenta para encontrar a SangYeon y darle la felicidad a ese chico.

Pensó entonces que hacer un último sacrificio no estaría de más y que si aceptar ese matrimonio significaba ver esa sonrisa, se rifaría a morderse la lengua con tal de que JiMin fuera feliz. Terminó suspirando tras darse cuenta de que su bebé ya había crecido, no físicamente, pero sí mentalmente y que ya estaba siendo hora de dejarlo ir para que buscara su propio camino.

Ése era la parte más difícil de ser padre, tener que ver y aceptar cómo sus hijos salían del nido para volar lejos con sus propias alas.

— Papá, ¿estás llorando?

Lo estaba haciendo, pero era porque le entristecía saber que su enano ya había formado su propia vida junto a quien era su vida. Entonces se puso a pensar en que, aunque estuviera intentando algo con Deseret, su corazón siempre iba a pertenecer a Min Zael, así pasaran días, meses y años. Su corazón y mente siempre iban a recordar al gatito más precioso de todos, el más llorón, mimoso, sensible y asustadizo de todos.

Zael siempre estaría en su corazón.

— Vamos, Yoon. Ya es hora de soltar a mi papá.

JiMin tomó la mano de su esposo y con una sonrisa le dejó un beso en la mejilla como muestra de lo feliz que estaba por haberse casado con ese hombre, con su dulce coqueto y por tener de testigo a las personas más importantes para él, quienes eran su papá y sus mejores amigos. Sentía que ahora ya tenía todo, sentía que por fin estaba siendo feliz luego de tanto sufrimiento.

— Te amo, mi dulce coqueto.

Siempre lo amaría.









†*:.。. sᴀᴅɪᴄᴏ y cσqυєτσ .。.:*♡ YoonMin (ʟɪʙʀᴏ cυατrσ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora